Comentario domingo II del Tiempo ordinario Ciclo B
Estamos celebrando la semana de oración por “la unidad de los Cristianos” y el próximo 25 de Enero la clausuramos con la fiesta de la “conversión de Saulo de Tarso”; un feroz y fanático “fariseo” que violentamente perseguía a la Iglesia de Cristo intentando destruirla. (Gal. 1, 13 -15).
Jesús, después de llamar a sus discípulos para formar parte de su “fraternidad universal”; pone su mirada en éste “fanático” para convertirlo en su APÓSTOL y así encargarle la MISIÓN de anunciar su evangelio a los “gentiles y paganos”. Esta “conversión” produjo un doble efecto en la comunidad Cristiana primitiva: En primer lugar en la Iglesia de Jerusalén; un tremendo rechazo por la incredulidad de aquellos que habían sido víctimas de su persecución y por otro lado, una gran bendición para los pueblos paganos, sobre todo la comunidad Cristiana de ANTIOQUÍA donde por primera vez los seguidores de Jesús empezaron a llamarse de esa manera.
El apóstol PABLO (así empezó a llamarse Saulo después de su conversión) tuvo que demostrar con su propio testimonio de vida que desde ahora en adelante, en vez de perseguidor iba a ser anunciador y testigo de la Resurrección de Jesucristo; siendo reconciliador entre los dos pueblos (judíos y gentiles). En su carta a los efesios (Capítulo 1, 11-22) exhorta a los Cristianos de esa comunidad a que “derriben los muros” de enemistad (odio) que antiguamente los separaba y construyan puentes de PAZ entre ellos en el nombre de CRISTO que los unió en un solo Pueblo (v.15).
El testimonio de San Pablo NOS ILUMINA; nosotros también debemos UNIRNOS EN CRISTO y hacer con El un solo cuerpo, un solo Espíritu; derribando y destruyendo los “muros” que nos separan hoy y construir los “puentes” necesarios que nos unan para que juntos nos pongamos a trabajar por su Reino en nuestra tierra. Amén
Pbro. Pablo Urquiaga.
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