domingo, 31 de enero de 2016

JESÚS, El PROFETA PREFERIDO DEL PADRE


Comentario 4° domingo  del Tiempo ordinario, ciclo "C" 

Jesús fue rechazado por su Pueblo, por su familia, por su gente. ¿Por qué? Por haberles dicho unas cuantas verdades delante de todos. Querían que hiciese los milagros que hacía en Cafarnaúm pero allí no se daban las condiciones para que el ESPIRITU actuase a través de Él. ¡Sin FE no puede haber milagro alguno!

Jesús es el PROFETA DE DIOS por excelencia porque siempre hace la "VOLUNTAD DE SU PADRE" y dice lo que EL le manda aunque a su pueblo no le guste o le desagrade. Los ejemplos que les pone, haciéndoles ver que los "paganos" han tenido más Fe que ellos, los llena de ira y tratan de "despeñarle" (matarle) pero Él se les escabulló y no pudieron hacerle nada porque no había llegado su HORA. La soberbia no les dejó reconocer la verdad de sus errores, pusieron resistencia y no se convirtieron.

No fueron capaces de reconocer al Mesías en Él por su condición social de "hijo del carpintero"; se fijaron en su apariencia para justificar su incredulidad. Imposible de creer!
El AMOR (la Caridad de su Padre (2da. Lectura)) es lo que le sostiene, le da fuerzas y le inspira a seguir adelante con su Misión de anunciar a los demás pueblos la verdad de su Reino para aquellos que lo quieran aceptar y recibir su mensaje. Allí sí se van a manifestar sus "señales milagrosas" que requieren la FE de los que lo reciben.

 ¡Ojalá! que todo mi pueblo sea PROFETA, como Jesús, como Jeremías y como tantos otros que han aceptado su Palabra y han reconocido a Jesús como su único Señor y Salvador y lo proclamen delante de los hombres. ¡Señor danos muchos profetas como JESÚS. Amén!

Pbro. Pablo Urquiaga.

Imagen de Cerezo Barredo

martes, 26 de enero de 2016

TEXTO COMPLETO: Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2016


VATICANO, 26 Ene. 16 / 06:05 am (ACI).- Hoy se dio a conocer el mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2016 que lleva como título «'Misericordia quiero y no sacrificio' (Mt 9,13). Las obras de misericordia en el camino jubilar». El texto ha sido dado a conocer por la Santa Sede en conferencia de prensa. Los idiomas en los que puede encontrarse son el italiano, español, inglés, polaco, alemán, portugues, francés y árabe.
A continuación el texto completo en español:
«'Misericordia quiero y no sacrificio' (Mt 9,13).
Las obras de misericordia en el camino jubilar»

1. María, icono de una Iglesia que evangeliza porque es evangelizada
En la Bula de convocación del Jubileo invité a que «la Cuaresma de este Año Jubilar sea vivida con mayor intensidad, como momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios» (Misericordiae vultus, 17). Con la invitación a escuchar la Palabra de Dios y a participar en la iniciativa «24 horas para el Señor» quise hacer hincapié en la primacía de la escucha orante de la Palabra, especialmente de la palabra profética. La misericordia de Dios, en efecto, es un anuncio al mundo: pero cada cristiano está llamado a experimentar en primera persona ese anuncio. Por eso, en el tiempo de la Cuaresma enviaré a los Misioneros de la Misericordia, a fin de que sean para todos un signo concreto de la cercanía y del perdón de Dios.
María, después de haber acogido la Buena Noticia que le dirige el arcángel Gabriel, María canta proféticamente en el Magnificat la misericordia con la que Dios la ha elegido. La Virgen de Nazaret, prometida con José, se convierte así en el icono perfecto de la Iglesia que evangeliza, porque fue y sigue siendo evangelizada por obra del Espíritu Santo, que hizo fecundo su vientre virginal. En la tradición profética, en su etimología, la misericordia está estrechamente vinculada, precisamente con las entrañas maternas (rahamim) y con una bondad generosa, fiel y compasiva (hesed) que se tiene en el seno de las relaciones conyugales y parentales.
2. La alianza de Dios con los hombres: una historia de misericordia
El misterio de la misericordia divina se revela a lo largo de la historia de la alianza entre Dios y su pueblo Israel. Dios, en efecto, se muestra siempre rico en misericordia, dispuesto a derramar en su pueblo, en cada circunstancia, una ternura y una compasión visceral, especialmente en los momentos más dramáticos, cuando la infidelidad rompe el vínculo del Pacto y es preciso ratificar la alianza de modo más estable en la justicia y la verdad. Aquí estamos frente a un auténtico drama de amor, en el cual Dios desempña el papel de padre y de marido traicionado, mientras que Israel el de hijo/hija y el de esposa infiel. Son justamente las imágenes familiares —como en el caso de Oseas (cf. Os 1-2)— las que expresan hasta qué punto Dios desea unirse a su pueblo.
Este drama de amor alcanza su culmen en el Hijo hecho hombre. En él Dios derrama su ilimitada misericordia hasta tal punto que hace de él la «Misericordia encarnada» (Misericordiae vultus, 8). En efecto, como hombre, Jesús de Nazaret es hijo de Israel a todos los efectos. Y lo es hasta tal punto que encarna la escucha perfecta de Dios que el Shemà requiere a todo judío, y que todavía hoy es el corazón de la alianza de Dios con Israel: «Escucha, Israel: El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas» (Dt 6,4-5). El Hijo de Dios es el Esposo que hace cualquier cosa por ganarse el amor de su Esposa, con quien está unido con un amor incondicional, que se hace visible en las nupcias eternas con ella.
Es éste el corazón del kerygma apostólico, en el cual la misericordia divina ocupa un lugar central y fundamental. Es «la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado» (Exh. ap. Evangelii gaudium, 36), el primer anuncio que «siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras y siempre hay que volver a anunciar de una forma o de otra a lo largo de lacatequesis» (ibíd., 164). La Misericordia entonces «expresa el comportamiento de Dios hacia el pecador, ofreciéndole una ulterior posibilidad para examinarse, convertirse y creer» (Misericordiae vultus, 21), restableciendo de ese modo la relación con él. Y, en Jesús crucificado, Dios quiere alcanzar al pecador incluso en su lejanía más extrema, justamente allí donde se perdió y se alejó de Él. Y esto lo hace con la esperanza de poder así, finalmente, enternecer el corazón endurecido de su Esposa.
3. Las obras de misericordia
La misericordia de Dios transforma el corazón del hombre haciéndole experimentar un amor fiel, y lo hace a su vez capaz de misericordia. Es siempre un milagro el que la misericordia divina se irradie en la vida de cada uno de nosotros, impulsándonos a amar al prójimo y animándonos a vivir lo que la tradición de la Iglesia llama las obras de misericordia corporales y espirituales. Ellas nos recuerdan que nuestra fe se traduce en gestos concretos y cotidianos, destinados a ayudar a nuestro prójimo en el cuerpo y en el espíritu, y sobre los que seremos juzgados: nutrirlo, visitarlo, consolarlo y educarlo. Por eso, expresé mi deseo de que «el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina» (ibíd., 15). En el pobre, en efecto, la carne de Cristo «se hace de nuevo visible como cuerpo martirizado, llagado, flagelado, desnutrido, en fuga... para que nosotros lo reconozcamos, lo toquemos y lo asistamos con cuidado» (ibíd.). Misterio inaudito y escandaloso la continuación en la historia del sufrimiento del Cordero Inocente, zarza ardiente de amor gratuito ante el cual, como Moisés, sólo podemos quitarnos las sandalias (cf. Ex 3,5); más aún cuando el pobre es el hermano o la hermana en Cristo que sufren a causa de su fe.
Ante este amor fuerte como la muerte (cf. Ct 8,6), el pobre más miserable es quien no acepta reconocerse como tal. Cree que es rico, pero en realidad es el más pobre de los pobres. Esto es así porque es esclavo del pecado, que lo empuja a utilizar la riqueza y el poder no para servir a Dios y a los demás, sino parar sofocar dentro de sí la íntima convicción de que tampoco él es más que un pobre mendigo. Y cuanto mayor es el poder y la riqueza a su disposición, tanto mayor puede llegar a ser este engañoso ofuscamiento. Llega hasta tal punto que ni siquiera ve al pobre Lázaro, que mendiga a la puerta de su casa (cf. Lc 16,20-21), y que es figura de Cristo que en los pobres mendiga nuestra conversión. Lázaro es la posibilidad de conversión que Dios nos ofrece y que quizá no vemos. Y este ofuscamiento va acompañado de un soberbio delirio de omnipotencia, en el cual resuena siniestramente el demoníaco «seréis como Dios» (Gn 3,5) que es la raíz de todo pecado. Ese delirio también puede asumir formas sociales y políticas, como han mostrado los totalitarismos del siglo XX, y como muestran hoy las ideologías del pensamiento único y de la tecnociencia, que pretenden hacer que Dios sea irrelevante y que el hombre se reduzca a una masa para utilizar. Y actualmente también pueden mostrarlo las estructuras de pecado vinculadas a un modelo falso de desarrollo, basado en la idolatría del dinero, como consecuencia del cual las personas y las sociedades más ricas se vuelven indiferentes al destino de los pobres, a quienes cierran sus puertas, negándose incluso a mirarlos.
La Cuaresma de este Año Jubilar, pues, es para todos un tiempo favorable para salir por fin de nuestra alienación existencial gracias a la escucha de la Palabra y a las obras de misericordia. Mediante las corporales tocamos la carne de Cristo en los hermanos y hermanas que necesitan ser nutridos, vestidos, alojados, visitados, mientras que las espirituales tocan más directamente nuestra condición de pecadores: aconsejar, enseñar, perdonar, amonestar, rezar. Por tanto, nunca hay que separar las obras corporales de las espirituales. Precisamente tocando en el mísero la carne de Jesús crucificado el pecador podrá recibir como don la conciencia de que él mismo es un pobre mendigo. A través de este camino también los «soberbios», los «poderosos» y los «ricos», de los que habla el Magnificat, tienen la posibilidad de darse cuenta de que son inmerecidamente amados por Cristo crucificado, muerto y resucitado por ellos. Sólo en este amor está la respuesta a la sed de felicidad y de amor infinitos que el hombre —engañándose— cree poder colmar con los ídolos del saber, del poder y del poseer. Sin embargo, siempre queda el peligro de que, a causa de un cerrarse cada vez más herméticamente a Cristo, que en el pobre sigue llamando a la puerta de su corazón, los soberbios, los ricos y los poderosos acaben por condenarse a sí mismos a caer en el eterno abismo de soledad que es el infierno. He aquí, pues, que resuenan de nuevo para ellos, al igual que para todos nosotros, las lacerantes palabras de Abrahán: «Tienen a Moisés y los Profetas; que los escuchen» (Lc 16,29). Esta escucha activa nos preparará del mejor modo posible para celebrar la victoria definitiva sobre el pecado y sobre la muerte del Esposo ya resucitado, que desea purificar a su Esposa prometida, a la espera de su venida.
No perdamos este tiempo de Cuaresma favorable para la conversión. Lo pedimos por la intercesión materna de la Virgen María, que fue la primera que, frente a la grandeza de la misericordia divina que recibió gratuitamente, confesó su propia pequeñez (cf. Lc 1,48), reconociéndose como la humilde esclava del Señor (cf. Lc 1,38).
Vaticano, 4 de octubre de 2015
Fiesta de San Francisco de Assis

viernes, 22 de enero de 2016

10 claves del Papa Francisco para comunicarnos mejor



Cómo comunicar con las personas para crear puentes, incluso con aquellas que piensan o actúan distinto a nosotros….

Comunicación y Misericordia: un encuentro fecundo es el tema elegido por el papa Francisco para la 50º Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales que se celebra en varios países el 8 de mayo.
El mensaje, publicado este viernes 22 de enero, está relacionado con el Año Santo de la Misericordia.
El Papa insta a la Iglesia a vivir “la misericordia como rasgo distintivo de todo su ser y actuar”.
Se trata de una convocatoria a comunicar con misericordia para tender puentes y no cerrar puertas.
Lo que decimos y cómo lo decimos, cada palabra y cada gesto debería expresar la compasión, la ternura y el perdón de Dios para con todos”, escribe el Papa.
Un mensaje sobre la belleza de la comunicación para construir sanas relaciones con las personas, especialmente con aquellas que no piensa como nosotros. El Papa cita con maestría a Shakespeare para indicar la misericordia como “una doble bendición: bendice al que la concede y al que la recibe”.
Por ello, explica, encontrar al otro involucra todo el ser porque el “amor, por su naturaleza, es comunicación, lleva a la apertura, no al aislamiento. Y si nuestro corazón y nuestros gestos están animados por la caridad, por el amor divino, nuestra comunicación será portadora de la fuerza de Dios”.
A continuación hemos seleccionado diez puntos del mensaje, aunque se trata de un mensaje amplio y articulado que recomendamos leer completo porque toca la vida de varios públicos: comunicadores, periodistas, padres de familia, sacerdotes, consagrados, consagradas, políticos y diplomáticos, etc.
  1. Comunicar con misericordia es ser testimonios, es ir al encuentro de todos sin exclusión
“Como hijos de Dios estamos llamados a comunicar con todos, sin exclusión. En particular, es característico del lenguaje y de las acciones de la Iglesia transmitir misericordia, para tocar el corazón de las personas y sostenerlas en el camino hacia la plenitud de la vida, que Jesucristo, enviado por el Padre, ha venido a traer a todos”.
  1. Elegir con cuidado las palabras y los gestos para superar las incomprensiones
“La comunicación tiene el poder de crear puentes, de favorecer el encuentro y la inclusión, enriqueciendo de este modo la sociedad. Es hermoso ver personas que se afanan en elegir con cuidado las palabras y los gestos para superar las incomprensiones, curar la memoria herida y construir paz y armonía”.
3. Comunicar para construir puentes en las familias, la sociedad y los pueblos 
“Las palabras y las acciones sean apropiadas para ayudarnos a salir de los círculos viciosos de las condenas y las venganzas, que siguen enmarañando a individuos y naciones, y que llevan a expresarse con mensajes de odio.
La palabra del cristiano, sin embargo, se propone hacer crecer la comunión e, incluso cuando debe condenar con firmeza el mal, trata de no romper nunca la relación y la comunicación”.
  1. El poder de la misericordia para sanar las relaciones dañadas en la familia y las comunidades
La misericordia tiene poder para sanar “las viejas heridas y los resentimientos que arrastramos” y que impiden la comunicación y la reconciliación. “Esto vale también para las relaciones entre los pueblos”.
En todos estos casos la misericordia es capaz de activar un nuevo modo de hablar y dialogar, como tan elocuentemente expresó Shakespeare: “La misericordia no es obligatoria, cae como la dulce lluvia del cielo sobre la tierra que está bajo ella. Es una doble bendición: bendice al que la concede y al que la recibe” (El mercader de Venecia, Acto IV, Escena I)”.
  1. Comunicar con atención cuando se trata de personas que piensan y actúan distinto a nosotros
En este caso, el Papa se dirige a los políticos y a los diplomáticos, pero esta parte del mensaje también se aplica a las relaciones interpersonales, cuando alguien ha cometido un error. La clave es no alimentar más desconfianza, miedo y odio.
“Se necesita, sin embargo, valentía para orientar a las personas hacia procesos de reconciliación. Y es precisamente esa audacia positiva y creativa la que ofrece verdaderas soluciones a antiguos conflictos”, sostiene.
El Papa recomienda nunca caer en expresar “el orgullo soberbio del triunfo sobre el enemigo, ni humillar a quienes la mentalidad del mundo considera perdedores y material de desecho”.
  1. Comunicar con misericordia significa juzgar la injusticia, no el corazón 
“Que el estilo de nuestra comunicación sea tal, que supere la lógica que separa netamente los pecadores de los justos. Nosotros podemos y debemos juzgar situaciones de pecado – violencia, corrupción, explotación, etc. –, pero no podemos juzgar a las personas, porque sólo Dios puede leer en profundidad sus corazones.
  1. Comunicar con misericordia significa saber corregir
Corregir a quien se equivoca. “Nuestra tarea es amonestar a quien se equivoca, denunciando la maldad y la injusticia de ciertos comportamientos, con el fin de liberar a las víctimas y de levantar al caído”.
Saber corregir con amor. “Sólo palabras pronunciadas con amor y acompañadas de mansedumbre y misericordia tocan los corazones de quienes somos pecadores”.
  1. No usar palabras o gestos duros
Palabras y gestos duros y moralistas corren el riesgo hundir más a quienes querríamos conducir a la conversión y a la libertad, reforzando su sentido de negación y de defensa”. 
  1. La comunicación amorosa como padres de familia invada la sociedad 
“Los padres nos han amado y apreciado más por lo que somos que por nuestras capacidades y nuestros éxitos. Los padres quieren naturalmente lo mejor para sus propios hijos, pero su amor nunca está condicionado por el alcance de los objetivos”, escribe el Papa.
Por ello, invita “a todos a pensar en la sociedad humana, no como un espacio en el que los extraños compiten y buscan prevalecer, sino más bien como una casa o una familia, donde la puerta está siempre abierta y en la que sus miembros se acogen mutuamente.
10. Para esto es fundamental escuchar
“Para esto es fundamental escuchar. Comunicar significa compartir, y para compartir se necesita escuchar, acoger. Escuchar es mucho más que oír. Oír hace referencia al ámbito de la información; escuchar, sin embargo, evoca la comunicación, y necesita cercanía.
La escucha nos permite asumir la actitud justa, dejando atrás la tranquila condición de espectadores, usuarios, consumidores”.
Escuchar significa también ser capaces de compartir preguntas y dudas, de recorrer un camino al lado del otro, de liberarse de cualquier presunción de omnipotencia y de poner humildemente las propias capacidades y los propios dones al servicio del bien común”.
Escuchar nunca es fácil. A veces es más cómodo fingir ser sordos. Escuchar significa prestar atención, tener deseo de comprender, de valorar, respetar, custodiar la palabra del otro.
En la escucha se origina una especie de martirio, un sacrificio de sí mismo en el que se renueva el gesto realizado por Moisés ante la zarza ardiente: quitarse las sandalias en el “terreno sagrado” del encuentro con el otro que me habla (cf. Ex 3,5). Saber escuchar es una gracia inmensa, es un don que se ha de pedir para poder después ejercitarse practicándolo”.

Cortesía de http://es.aleteia.org/

jueves, 21 de enero de 2016

¿Sabes por qué la envidia es tan destructiva? Lo explica Papa Francisco


Homilía hoy en Santa Marta

El Papa ha celebrado la Misa matutina en la Capilla de Santa Marta en el día en el que la Iglesia celebra la memoria de Santa Inés, virgen y mártir. En la homilía ha hablado de los celos y la envidia: que el Señor, ha sido su oración, nos preserve de estos pecados tremendos que existen también en nuestras comunidades cristianas y que usan la lengua para matar a los demás.

La Primera Lectura (1 Sam 18, 6-9: 19,1-7) habla de los celos de Saúl, rey de Israel, hacia David. Después de la victoria contra los filisteos, las mujeres cantan con alegría diciendo: “Saúl mató a mil, David a diez mil”. Así, desde ese día, destaca Papa Francisco, Saúl mira con recelo a David, pensando que puede traicionarlo y decide matarlo. Después sigue el consejo de su hijo y reflexiona. Pero después vuelve a sus pensamientos malvados. Los celos, destaca el Papa, son una “enfermedad” que vuelve y te lleva a la envidia:

“¡Qué mala es la envidia! Es una actitud, es un pecado feo. Y en el corazón, los celos o la envidia crecen como mala hierba: crece y no deja crecer a la hierba buena. Todo lo que parece que le hace sombra, le parece mal ¡Nunca está en paz! ¡Es un corazón atormentado, es un corazón malvado! Pero también el corazón envidioso, lo hemos escuchado aquí, te lleva a matar, a la muerte. Y la Escritura lo dice claramente: por la envidia del diablo entró la muerte en el mundo”.

La envidia mata, afirma el Papa, “y no tolera que otro tenga algo que yo no. Y siempre sufre, porque el corazón del envidioso o del celoso sufre. ¡Es un corazón sufriente!”. Es un sufrimiento que “desea la muerte de los demás. Pero ¡cuántas veces, exclamó, en nuestras comunidades (no debemos ir muy lejos para ver esto) por celos se mata con la lengua. Uno envidia esto y lo de más allá y comienzan los comentarios y habladurías: y ¡estos matan!”

“Yo, pensando y reflexionando sobre esta cita de la Escritura, me invito a mí mismo y a los demás a buscar su en nuestro corazón hay algo de envidia, de celos, que siempre lleva a la muerte y que me hace infeliz, porque esta enfermedad siempre te hace ver lo bueno que hay en el otro como algo en contra nuestra. ¡Es un pecado feo! Es el inicio de tantos, tantos crímenes. Pidamos al Señor que nos dé la gracia de nos abrir el corazón a los celos, a la envidia porque siempre llevan a la muerte”.

Jesús fue entregado por envidia
“Pilatos, concluye el Papa, era inteligente y Marcos , en el Evangelio dice que Pilatos se dio cuenta de que los jefes de los escribas le habían entregado a Jesús por envidia: “La envidia, según la interpretación de Pilatos, que era muy inteligente pero cobarde, es lo que llevó a Jesús a la muerte. El instrumento, el último instrumento. Se lo habían entregado por envidia. Pidamos al Señor, la gracia de no entregar a la muerte a un hermano, una hermana de la parroquia, de la comunidad, ni siquiera a un vecino del barrio. Cada uno tiene sus pecados y virtudes. Son propias de cada persona. Miremos el bien y no matemos con las murmuraciones por envidia y celos”.

lunes, 18 de enero de 2016

Semana de oración por la unidad de los cristianos.


Del 18 al 25 de enero se celebra cada año la semana de Oración por la Unidad de los cristianos, que culmina el día 25, fiesta de la conversión de San Pablo.
El lema elegido es: «Destinados a proclamar las grandezas del Señor». Este lema se inspira en un pasaje de la Primera Carta de san Pedro (2, 9-10), y a partir de él se quiere transmitir fundamentalmente el mensaje de que todos los bautizados, aunque formen parte de diferentes Iglesias y comunidades eclesiales, comparten la misma vocación de proclamar las grandezas del Señor.

Este año cobra particular significación esta semana de oración, el Papa Francisco ha llamado más que un diálogo entre los cristianos, un diálogo entre todas las religiones en el mundo entero, porque "Todos somos hijos de Dios"  todos creemos en el Amor y en que ese amor puede transformar el mundo en que vivimos. 




Papa Francisco: Los cristianos del “siempre se ha hecho así” son idólatras

Homilía hoy en Santa Marta
18 ENERO, 2016

Los cristianos enquistados en el “siempre se ha hecho así”, tienen el corazón cerrado a las sorpresas del Espíritu Santo y nunca llegarán a la plenitud de la verdad porque son idólatras y rebeldes: es lo que ha dicho Papa Francisco en la Misa matutina celebrada en Santa Marta.
En la primera lectura Saúl es rechazado por Dios como rey de Israel porque prefiere escuchar antes al pueblo que a la voluntad del Señor y desobedece. El pueblo, después de una victoria en la batalla, quería hacer un sacrificio a Dios con las mejores cabezas de ganado “porque siempre se ha hecho así”. Pero Dios, esta vez, no lo quería. El profeta Samuel reprende a Saúl: “¿El Señor agradece más los holocaustos y sacrificios antes que la obediencia a su voz?”.
“Lo mismo, observa el Papa, nos enseña Jesús en el Evangelio”: los doctores de la ley denuncian que sus discípulos no ayunan como se había hecho hasta entonces. Y Jesús responde con este “principio de vida”: Nadie cose un remiendo de paño sin tundir en un vestido viejo, pues de otro modo, lo añadido tira de él, el paño nuevo del viejo, y se produce un desgarrón peor. Nadie echa tampoco vino nuevo en odres viejos; de otro modo, el vino reventaría los odres y se echaría a perder tanto el vino como los odres: sino que el vino nuevo, en odres nuevos”.

“¿Qué significa? ¿qué la ley cambia? ¡No! Que la ley está al servicio del hombre que está al servicio de Dios y que, por este motivo, el hombre debe tener el corazón siempre abierto. El ‘siempre se ha hecho así’ es un corazón cerrado y Jesús nos ha dicho: ‘os enviaré el Espíritu Santo y Él os conducirá a la verdad plena’. Si tienes el corazón cerrado a la novedad del Espíritu Santo, ‘nunca llegarás a la verdad plena! Y tu vida será una vida mitad y mitad, una vida remendada, remendada de cosas nuevas pero sobre una estructura que no está abierta a la voz del Señor. Un corazón cerrado, porque no eres capaz de cambiar los odres”.

Cristianos obstinados y rebeldes
“Este, destaca el Papa, fue el pecado del rey Saúl, por el que fue rechazado. Y es el pecado de muchos cristianos que se aferran a lo de siempre y no dejan que se cambien los odres. Terminan viviendo una vida a mitad, remendada, sin sentido”. El pecado “es un corazón cerrado” que “no escucha la voz del Señor, que no está abierto a la novedad del Señor, al Espíritu que siempre nos sorprende”. La rebelión, dice Samuel, es “el pecado de ir a un adivino”, la obstinación es “idolatría”.
“Los cristianos obstinados en el ‘siempre se hizo así’, ‘este es el camino’, pecan: pecan de adivinación. Y es como si fueran a la adivina: ‘es más importante lo que se ha dicho y que no cambia, lo que yo escucho, yo solo con mi corazón cerrado, que la Palabra del Señor’. Y también es un pecado de idolatría la obstinación: ¡el cristiano que se obceca, peca! Peca de idolatría. ‘¿Cuál es el camino, padre?’: Abrir el corazón al Espíritu Santo, discernir cuál es la voluntad de Dios”.
Costumbres que deben renovarse
“Era costumbre en tiempos de Jesús, afirma de nuevo el Papa, que los buenos judíos ayunasen. Pero la realidad es otra: está el Espíritu Santo que nos conduce a la verdad plena. Y por esto, Él quiere corazones abiertos, corazones que no estén obstinados en el pecado de idolatría de sí mismos, porque es más importante lo que yo pienso que las sorpresas del Espíritu Santo”.
“Este es el mensaje que hoy nos da la Iglesia. Esto es lo que Jesús nos dice con fuerte voz: ‘Vinos nuevos, odres nuevos”. A las novedades del Espíritu Santo, a las sorpresas de Dios también las costumbres deben renovarse. Que el Señor nos dé la gracia de un corazón abierto, un corazón abierto a la voz del Espíritu Santo, que sepa discernir lo que no debe cambiar por que es un fundamento, de lo que sí lo debe hacer para poder recibir las novedades del Espíritu Santo”.

Cortesía de http://es.aleteia.org/



domingo, 17 de enero de 2016

"No tienen vino"


Comentario 2° domingo  del Tiempo ordinario, ciclo "C" 

El "VINO" es la señal del "Amor derramado". Es muy significativo que Jesús haya empezado a realizar sus "señales milagrosas" en una "BODA". En la biblia muchas veces se compara el REINO DE DIOS con un "Banquete de Bodas y en una "boda judía" lo más importante de todo es el "VINO".

"No tienen vino" equivale a decir; no tienen boda (se acaba la fiesta): Si no hay AMOR, ninguna unión conyugal resiste; sin Amor no es posible construir una COMUNIDAD fuerte y consolidada. Solo el AMOR VERDADERO mantiene unida a la Familia por encima de cualquier diferencia.

Jesús, después de su Bautismo, estaba esperando la VOZ DE SU PADRE que le dijera cuando debía empezar a actuar. El PADRE-DIOS va a utilizar a su madre María para trasmitirle la orden que había llegado su HORA. "No tienen vino".

 El Reino de Dios solo se puede dar donde el AMOR ABUNDA; por eso Jesús hizo que se multiplicara. Se trata de un AMOR PURO Y VERDADERO, de calidad: "Tú has guardado el mejor vino hasta ahora". Eso solo fue posible porque "Hicieron lo que Él les dijo".

Mañana empezamos la Semana de Oración por la UNIDAD DE LOS CRISTIANOS y es precisamente MARÍA la que nos da la clave para que esa UNIDAD se haga realidad: "HAGAN LO QUE EL LES DIGA". Solo así se derramará también el VINO NUEVO entre nosotros y las diferencias quedarán en segundo plano; en vez de enfrentarnos y separarnos, nos empezarán a enriquecer. "Volvamos a Jesús"; centrémonos en El; Él es el único que nos puede UNIR. Hay un UNICO DIOS, PADRE DE TODOS; nosotros todos somos HERMANOS; hijos de ese UNICO DIOS PADRE. ¡QUE TODOS SEAMOS UNO para que el mundo crea! Amén

Pbro. Pablo Urquiaga.

Imagen de Cerezo Barredo



miércoles, 13 de enero de 2016

Catequesis del Papa Francisco sobre la misericordia de Dios en la Biblia


VATICANO, 13 Ene. 16 / 04:38 am (ACI).- El Papa Francisco presidió esta mañana la primera Audiencia General del año 2016, dando inicio a un ciclo de catequesis sobre la misericordia de Dios en la Biblia y reflexionó sobre la frase del libro del Éxodo: «El Señor, Dios misericordioso y bondadoso, lento para enojarse, y pródigo en amor y fidelidad».
Este es el texto completo de la catequesis del Papa Francisco difundido por Radio Vaticano:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy iniciamos las catequesis sobre la misericordia según la perspectiva bíblica,para aprender sobre la misericordia al escuchar aquello que Dios mismo nos enseña con su Palabra. Iniciamos por el Antiguo Testamento, que nos prepara y nos conduce a la revelación plena de Jesucristo, en el cual se realiza la revelación de la misericordia del Padre.
En las Sagradas Escrituras, el Señor es presentado como “Dios misericordioso”. Este es su nombre,  a través del cual nos revela, por así decir, su rostro y su corazón. Él mismo, como narra el Libro del Éxodo, revelándose a Moisés  se autodefinió como: «El Señor, Dios misericordioso y bondadoso, lento para enojarse, y pródigo en amor y fidelidad» (34,6). También en otros textos encontramos esta fórmula, con alguna variación, pero siempre la insistencia está puesta en la misericordia y en el amor de Dios que no se cansa nunca de perdonar (cfr Gn 4,2; Gl 2,13; Sal 86,15; 103,8; 145,8; Ne 9,17). Veamos juntos, una por una, estas palabras de la Sagrada Escritura que nos hablan de Dios.
El Señor es “misericordioso”: esta palabra evoca una actitud de ternura como la de una madre con su hijo. De hecho, el término hebreo usado en la Biblia hace pensar a las vísceras o también en el vientre materno. Por eso, la imagen que sugiere es aquella de un Dios que se conmueve y se enternece por nosotros como una madre cuando toma en brazos a su niño, deseosa sólo de amar, proteger, ayudar, lista a donar todo, incluso a sí misma. Esa es la imagen que sugiere este término. Un amor, por lo tanto, que se puede definir en sentido bueno “visceral”.
Después está escrito que el Señor es “bondadoso”, en el sentido que hace gracia, tiene compasión y, en su grandeza, se inclina sobre quien es débil y pobre, siempre listo para acoger, comprender, perdonar. Es como el padre de la parábola del Evangelio de Lucas (cfr Lc 15,11-32): un padre que no se cierra en el resentimiento por el abandono del hijo menor, sino al contrario continúa a esperarlo, lo ha generado, y después corre a su encuentro y lo abraza, no lo deja ni siquiera terminar su confesión, como si le cubriera la boca, qué grande es el amor y la alegría por haberlo reencontrado; y después va también a llamar al hijo mayor, que está indignado y no quiere hacer fiesta, el hijo que ha permanecido siempre en la casa, pero viviendo como un siervo más que como un hijo, y también sobre él el padre se inclina, lo invita a entrar, busca abrir su corazón al amor, para que ninguno quede excluso de la fiesta de la misericordia. La misericordia es una fiesta.
De este Dios misericordioso se dice también que es “lento para enojarse”, literalmente, “largo de respiro”, es decir, con el respiro amplio de la paciencia y de la capacidad de soportar. Dios sabe esperar, sus tiempos no son aquellos impacientes de los hombres; Es como un sabio agricultor que sabe esperar, da tiempo a la buena semilla para que crezca, a pesar de la cizaña (cfr Mt 13,24-30).
Y por último, el Señor se proclama “grande en el amor y en la fidelidad”. ¡Qué hermosa es esta definición de Dios! Aquí está todo. Porque Dios es grande y poderoso, pero esta grandeza y poder se despliegan en el amarnos, nosotros así pequeños, así incapaces. La palabra “amor”, aquí utilizada, indica el afecto, la gracia, la bondad. No es un amor de telenovela. Es el amor que da el primer paso, que no depende de los méritos humanos sino de una inmensa gratuidad. Es la solicitud divina que nada la puede detener, ni siquiera el pecado, porque sabe ir más allá del pecado, vencer el mal y perdonarlo.
Una “fidelidad” sin límites: he aquí la última palabra de la revelación de Dios a Moisés. La fidelidad de Dios nunca falla, porque el Señor es el Custodio que, como dice el Salmo, no se adormienta sino que vigila continuamente sobre nosotros para llevarnos a la vida:
«El no dejará que resbale tu pie:
¡tu guardián no duerme!
No, no duerme ni dormita
el guardián de Israel.

[...]
El Señor te protegerá de todo mal
y cuidará tu vida.
El te protegerá en la partida y el regreso,
ahora y para siempre» (121,3-4.7-8).

Y este Dios misericordioso es fiel en su misericordia. Y Pablo dice algo bello: si tú, delante a Él, no eres fiel, Él permanecerá fiel porque no puede renegarse a sí mismo, la fidelidad en la misericordia es el ser de Dios. Y por esto Dios es totalmente y siempre confiable. Una presencia sólida y estable. Es esta la certeza de nuestra fe. Y luego, en este Jubileo de la Misericordia, confiemos totalmente en Él, y experimentemos la alegría de ser amados por este “Dios misericordioso y bondadoso, lento para enojarse y grande en el amor y en la fidelidad”.
Cortesía de https://www.aciprensa.com


sábado, 9 de enero de 2016

¡EL BAUTISMO DE JESUS!


Comentario Fiesta del Bautismo de Señor, Ciclo "C" 

Fuimos bautizados “en el Bautismo de Jesús”; por eso debemos entender bien lo que significó para Él su propio Bautismo:


Jesús, es ese momento, fue proclamado “el elegido de Dios”; su preferido. Él es el “SIERVO FIEL DE YAHWE”; en quien se complace.
Sobre ÉL ha puesto su “ESPÍRITU SANTO” para que lo proteja, sostenga, guíe y fortalezca y así pueda cumplir con la MISIÓN que se le encarga.
Esa Misión consiste en promover el derecho y la JUSTICIA en toda la tierra (es decir, el Reino de su Padre) y lo hará sin ningún tipo de “violencia”.
Es también el momento de “identificar a Jesús”: ÉL ES SU HIJO PREDILECTO.
El estará en constante comunicación (ORACIÓN) con su PADRE.

Esto quiere decir que

“si uno no nace del agua y del Espíritu, no podrá entrar en el Reino”. (Jn. 3,5)

Los que se convertían eran Bautizados y se incorporaban a la comunidad Cristiana”.

“Para empezar a vivir una VIDA NUEVA” como “siervos e hijos” del Dios Vivo.

“Recibirán la fuerza del Espíritu Santo para ser sus “TESTIGOS”. (Hch. 1,8)

“Para promover la JUSTICIA hasta las islas más remotas y allí proclamar su PALABRA (enseñanza) y ser Alianza de su Pueblo y LUZ de las naciones y así “abrir los ojos a los ciegos”; sacar a los cautivos de sus prisiones y de las mazmorras a los que habitan en las tinieblas para que guíen sus pasos por el camino de la PAZ.

Para eso nos Bautizaron en Cristo: Para ser sus Hijos y miembros de su Pueblo (Iglesia) y cumplir con la Misión que Él nos encarga. Renovemos HOY nuestro compromiso. Amén 

Pbro. Pablo Urquiaga.
Imagen de Cerezo Barredo