Una desconcertante y triste realidad tuvo que
enfrentar Jesús al llegar a su pueblo donde se había criado: Nazaret; allí no
pudo hacer muchos milagros por la "falta de Fe" de aquella gente; es
decir, por su incredulidad. Esa gente era su propia familia, sus vecinos tan
queridos; tremenda decepción, desconfiaban de él porque era un
"carpintero". Allí se dio cuenta Jesús que "ningún profeta es
bien recibido en su tierra".
La gente de Nazaret era "un
pueblo rebelde y obstinado" (1ra. Lectura), lleno de
"prejuicios". La condición social de Jesús, su descendencia humilde
los hizo desconfiar. No pudieron entender que Dios actúa en medio de la pequeñez
y la debilidad. En la segunda lectura de hoy aparece el apóstol Pablo
pidiéndole a Dios que lo libre de su "debilidad" (un aguijón que lo
abofetea); pero Dios les responde: "Te basta mi Gracia" porque mi
"poder" (fuerza) se manifiesta en la debilidad humana". Entonces
comprendió: "Cuando reconozco que soy débil, es cuando soy fuerte pues no
me apoyo e mí sino en la fuerza de Cristo".
Es muy importante saber y
comprender eso cuando ejerzamos nuestro "Don Profético" y tengamos
que enfrentar la incredulidad del pueblo a quien nos toca evangelizar, igual
que le pasó a Pablo y al profeta Ezequiel. El "profeta de Cristo"
tiene que ser Humilde y saber que es elegido, no tanto por sus capacidades sino
por su "disponibilidad" a ser instrumento del Espíritu y por sus
"debilidades" para que no se "engría"; es decir, para que
no se llene de soberbia ni de vanagloria.
Hoy celebramos en Venezuela el
día de nuestra Independencia (firma del Acta); pidamos a Dios que nos llene de
Humildad, elimine de nosotros la arrogancia (soberbia) para que el Espíritu
pueda actuar, nos purifique y libere de todo lo que nos impida avanzar. Amen
Pbro. Pablo Urquiaga.
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