“Ellos eran
leales y francos;
Ceñidas sus
cabezas de raras plumas.
¡Ojalá
hubieran sido los hombres blancos
Como
Atahualpa y Moctezuma.
(Rubén
Darío)
Lo calificaban de “socialista” porque la tierra en el
Perú era objeto de un derecho de “propiedad
colectiva” de todos sus habitantes. Tradicionalmente se entiende por “socialismo”: “Sistema planificado y
autoritario que anula la propiedad privada”. Según ésta definición, el Perú
de los Incas no es un Estado
socialista “puro”, sino que éste se
asemeja más a otros Estados de la antigüedad (Egipto). Las tribus indígenas
constituyen una serie de “comunidades”
en el marco de una organización socialista pero en ninguna forma rígida sino
flexible; tanto así que se llegaba a dudar de la unidad del Imperio.
Sus fuentes:
Al parecer, ellos ignoraban la “escritura”
y por eso no se posee ningún documento redactado en lengua “quichua”. Solo los
soberanos, que habían sido útiles a la civilización se recordaban después
de muertos; los demás simplemente se ignoraban. San Bartolomé de las Casas presenta a los Incas como “mártires” y a los españoles como “verdugos”. Su posición es exagerada y
parcial ya que él nunca fue al Perú; sin embargo Montesinos vivió muchos años
en el Perú y nos dice que hubieron civilizaciones antes de los Incas que sí
conocieron la escritura y que su origen era “asiático”.
Su organización económica: Se han encontrado “puentes
de peaje”, sistema que contradice la “centralización socialista
tradicional” o la ausencia de comercio. Se han encontrado también valiosos
tesoros en sus templos. Hay “productos” y no “mercancías”; hay depósitos y no
mercados. El sistema de “trueque”: Si
uno quisiera “trocar” sus productos,
los deposita en un “depósito público”;
otro “trocador” se acerca al producto y si le conviene, deposita al lado un
producto de su trabajo. El primer trocador vuelve y se lleva ese producto, si
le agrada, dejando la propia producción en el terreno a cambio. Es un “comercio
mudo” y perfeccionado.
Los “tributos” se llevaban a un almacén que
a veces tenían víveres para diez años. Cada tres años el gobernador hacía una
inspección y en caso necesario hacía tirar los productos deteriorados o
distribuir los que habían en “exceso”. Los graneros de las grandes ciudades
desbordaban de productos de todas clases. Se hacían intercambios entre los
graneros. Todos los Incas recibían del gobernador su cuota de todos los
productos sin importar lo que ellos produjeran en particular. La “cuota básica” era igual para todos,
aparte de lo que ellos produjeran. El
impuesto no es una contribución a las cargas públicas, proporcional a las
posibilidades tributarias de cada ciudadano; es un instrumento para repartir
las riquezas. No se establecía ningún gravamen sobre los bienes de propiedad de
los contribuyentes. El principal tributo consistía en el cultivo de la tierra y
el Inca fijaba la forma y el monto de su contribución que luego se distribuía
equitativamente.
Todos producían,
todos colaboraban y nadie pasaba necesidad. El reparto de los tributos era
fácil ya que la población estaba organizada en “decenas y múltiplos de diez.
El Imperio y la Justicia: El Derecho Penal prohibía 5 delitos fundamentales: No
seas mentiroso; no seas perezoso; no seas ladrón; no seas asesino; no seas
libertino. La regla en caso de robo: Si el ladrón había robado por malicia
o pereza era castigado; si había obrado por necesidad, el castigado era el
funcionario encargado de velas por su manutención. El que había quemado una
casa, debía reconstruirla. Los crimines y delitos eran muy raros en el Imperio
Inca. A veces funcionaba más el temor al castigo que el amor por el bien. La
bondad no puede reemplazar la Justicia. “El miedo hacía caminar a todo el mundo
por camino derecho y así no había ladrón ni vagabundo.
No había ninguna
hostilidad hacia la “propiedad
individual”. Gracias a las donaciones, ella no era fruto de la expoliación
o conquista sino bajo la forma moral de una recompensa atribuida al “mérito al trabajo”. Crearon los Incas
un “marco socialista” de producción,
de reparto, de consumo y de “jerarquización” en manos de los “jefes”. Las
fuerzas materiales, intelectuales y morales estaban maravillosamente
coordinadas. Esta “jerarquía social”
se apoyaba sobre una “súper organización económica”; gracias a la “estadística”, la producción y el
consumo parecían deber equilibrarse y las reservas servían de volante al dicho
mecanismo. Todo “marco rígido” estallaría si se tratara de adaptarlo
exactamente a una sociedad, aun cuando esta fuese simplificada en exceso. Ni el
todopoderoso Señor del Cusco mismo no habría conseguido imponerlo.
El Indio Inca era
feliz; trabajaba feliz; libre. No sufría por escalar puesto socialmente; su
vida se desarrollaba con calma y en paz; con sus festividades; familias y
necesidades básicas cubiertas. “El “vivir
bien” de todos.
El valor de la FAMILIA: Las normas morales eran muy severas. El infanticidio
y el adulterio eran severamente castigados; la prostitución, casi suprimida y el matrimonio era obligatorio. El Inca
debía casarse con una sola mujer; el matrimonio sin el consentimiento de los
padres era nulo. El novio donaba
algún presente a su suegro (arras). El matrimonio era “indisoluble” salvo en caso de adulterio. El adulterio, tanto del hombre como el de la mujer, era castigado
con la pena de muerte. La poligamia solo
se practicaba por los altos funcionarios o jefes de tribu; la razón era una
“necesidad política” pues la familia del Jefe debía ser muy numerosa para
asegurar la manutención y la defensa militar de la tribu. Para ellos la
obligación del matrimonio es una “exigencia
socialista”.
La base de la alimentación era el Maíz;
era considerada como una “planta sagrada”.
Después del Maíz venían las legumbres como las batatas, el frejol, las
auyamas (calabazas), mandioca, tomates, pimientos, la yuca, la miel y la banana
(plátano). En su fauna contaban con
el ciervo, el guanaco, la perdiz, el pato y sobre todo la Llama y la alpaca que junto con el maíz eran la base de todo el “sistema económico” de la meseta.
La Llama se consideraba un animal muy útil y respetado; cuentan que cuando el
indio las maltrata o le pone cargas muy pesadas, ésta se acuesta y nadie la
puede obligar a seguir la ruta y hasta le “escupe” el rostro de su enemigo que
la ataca u oprime. El apóstol José Martí en su libro la EDAD DE ORO nos dice que los hombres deberían tener al menos el
mismo decoro que las “llamas del Perú”. Los animales domésticos eran raros
(perros y gatos) que hasta algunos se los comían.
Las familias poseían
hasta 500 cabezas; cada jefe de familia tenía un par de llamas, de las cuales
tenía derecho de matar y comer de las crías que la pareja le daba. La leche de
las llamas era reservada para las crías y no era de consumo para el Inca. Las llamas
eran una “bendición de Dios” para el pobre. Para los que vivían en la costa, el
pescado era su principal alimento aunque en la meseta era escaso; allí su
alimentación era sobre todo vegetal ya que ellos comían poca carne.
Una organización
interna impecable que no daba lugar al “despilfarro” podía permitir la
subsistencia de un pueblo en tales condiciones. La defensa y el respeto por la
“pacha mama” han sido factores determinantes en la economía de los Incas.
No puedo terminar mi
reflexión sin decir lo mismo que “Rubén Darío”: ¡Ojalá que los hombres blancos
fuéramos como ellos! Una gran lección, un gran legado de esa extraordinaria
civilización que deberíamos heredar y poner en práctica en la Venezuela de hoy
en la cual queremos “inventar” un “socialismo
nuevo”. Aquí tenemos una buena referencia, no para “calcarla” sino para imitar
su ejemplo en muchos aspectos, sobre todo el económico y así poder dar
respuesta positiva a la crisis que hoy estamos afrontando. En nuestros
ancestros hallaremos parte de la solución; en ellos debemos voltear nuestros
ojos y conocer más de su herencia en vez de tratar de copiar “modelos fracasados”, totalitarios y
dictatoriales que nos pueden hundir en el fracaso y la desidia. Seguidores de
Atahualpa, triunfaremos.
Padre Pablo. Caricuao (Julio del 2015)
Nota: Estos datos
los he sacado del ensayo: “El Imperio Socialista de los Incas” del periodista
Francés Louis Baudin, Editorial ZIG – ZAG. Santiago de Chile, 1955. Profesor de
la Facultad de Derecho de París.
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