Hoy empezamos un nuevo año Litúrgico y la iglesia, que es el Pueblo de Dios, se llena de inmensa alegría y se prepara con gozo a estos días de fiesta que se aproximan. Tiempo de Esperanza de un “cielo nuevo y una tierra nueva” donde habite la Justicia y la Paz y que cesen las guerras y que nadie se adiestre para matar a los demás sino para dar amor y vida en abundancia. Tiempo para “tomar conciencia” del sentido que tiene nuestra vida y de la Misión que el Señor nos encarga hasta que EL vuelva. Tiempo de CONVERSIÓN Y RECONCILIACIÓN, despertando de nuestros sueños e indiferencias, apatías e irresponsabilidad y falta de sensibilidad ante las necesidades de nuestros hermanos más próximos a nosotros.
Debemos estar VIGILANTES Y ACTIVOS, que el Señor nos encuentre UNIDOS trabajando por su Reino y cumpliendo con la tarea que nos ha encomendado. ¡Vengan, subamos al monte del Señor, elevemos nuestro espíritu, caminemos por las sendas del Señor! ¡Qué alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor! Habrá PAZ dentro de sus muros y seguridad en su casa. “Las lanzas se convertirán en podaderas y de las espadas se forjarán arados y nadie se preparará para la guerra”. Cesará la violencia; nada de comilonas ni borracheras, se acabará la “corrupción y la maldad”.
El Señor nos alerta y nos pide que estemos vigilantes y preparados para su gloriosa venida, pero no de forma pasiva. Es tiempo de Misión y reencuentro. Al final de los tiempos ocurrirá lo mismo que en el tiempo de Noé; la gente compraba y bebía y se corrompía y cuando menos lo esperaban vino el “diluvio” y arrasó con todos. Hagamos de nuestros hogares “arcas de la alianza” con Dios, entremos y mantengámonos en su presencia para que seamos rescatados cuando El vuelva. Amén. FELIZ AÑO LITÚRGICO
Pbro. Pablo Urquiaga.
Imagen de Cerezo Barredo
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