viernes, 15 de julio de 2016

¡EL PERDÓN DE LOS PECADOS!


Acabo de meditar en el capítulo 2 de Marcos donde se nos narra la curación del paralítico descolgado junto a su camilla por el techo de la casa donde Él se encontraba predicando. Me ha llamado poderosamente la atención que Jesús le “perdona los pecados” al paralítico sin éste haber dicho ni hecho nada; solo Jesús vio lo que hacían aquellos 4 amigos por acercarlo a Él; vio solo su FE y eso bastó.

Cuando a uno lo ordenan de PRESBÍTERO, le hacen un examen final de “audiencia”; es decir, le trasmiten a uno el “ejercicio del PODER PERDONAR PECADOS” que Jesús dejó a sus Apóstoles y discípulos y le enseñan a uno “escrupulosamente” las “normas” (leyes canónicas) que se requieren para que los pecados sean perdonados: A saber: 1) examen de conciencia; 2)ARREPENTIMIENTO; 3)Confesión explícita de todos los pecados; 4)propósito de enmienda y 5)penitencia.

Ninguno de estos pasos lo cumplió el paralítico al cual Jesús perdona todos sus pecados. El paralítico ni dijo ni hizo nada; incluso, ni le pidió que lo perdonara; solo Jesús se fijó en la FE de aquellos que le acompañaban y lo hicieron llegar a Él. Yo no me explico cómo nos hemos alejado del ejemplo de Jesús y hemos asumido la actitud de los “maestros de la ley” que estaban allí observando a Jesús para ver si cumplía con la “ley”. Ellos sabían que para que los pecados se perdonaran había que cumplir un “ritual” (ir al Templo y ofrecer un sacrificio prescrito por la ley). Jesús no entra en “discusiones teológicas”; solo lo mueve el AMOR DE DIOS que está dentro de Él y por la Fe de sus compañeros (demostrada con los hechos) se llena de COMPASION Y MISERICORDIA y procede a darle el PERDON DE SUS PECADOS de forma gratuita e incondicional y no solo eso sino que lo sana de su enfermedad física, liberándolo de la “atadura de su camilla”.

El paralítico no tuvo que arrepentirse, ni confesar sus pecados, ni tener propósito de enmienda y mucho menos cargar con una “penitencia”; todo lo contrario, Jesús lo liberó de la penitencia de su parálisis y le mostró solo su AMOR para que comenzara una nueva vida libre de ataduras y de “normas absurdas” que oscurecen el Amor, que es lo que salva, sana y libera; es decir, lo que PERDONA.

Yo me siento abochornado de haber ejercido el sacramento de la reconciliación guiado por las “normas canónicas” y no por el AMOR DE CRISTO JESUS. Pido perdón por el daño que le hemos hecho al Pueblo de Dios, a quien servimos, por haberlos cargado de normas y preceptos sin acercarlos al AMOR DE JESUS, que solo ve la Fe y la Misericordia de su Padre para ejercer su poder de “PERDONAR LOS PECADOS” de los hombres atados. Amén

                                                                               Pbro. Pablo Urquiaga.


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