Comentario domingo XV del tiempo ordinario ciclo "c"
¿Quién es mi prójimo? Todo aquel que me necesita, el que se me aproxima o el necesitado que encuentro en mi camino; sea quien sea y en las condiciones que sea. Eso lo entendió muy bien el SAMARITANO del Evangelio de hoy.
Los conocedores de la “ley” de Moisés (1ra. Lectura) sabían que “debían” amar al prójimo como a sí mismo con todo su corazón, mente, alma y ser pero no lo practicaban; sin embargo, aquel que ellos consideraban “maldito de Dios” (perros”) por sus “leyes”, sí la PRACTICABA a plenitud. Parece que lo que vale ante el Dios de Jesús no es solo “saber” sino PRACTICAR Y HACER SU VOLUNTAD.
Los “signos de la Misericordia” en el Samaritano son evidentes: Pasó, vio, se detuvo, se acercó, le limpió las heridas con su propio aceite y vino (le prestó los primeros auxilios); luego lo montó en su propia cabalgadura y lo llevó al centro de Salud más cercano y allí aseguró los cuidados médicos con aquel “extraño” y se comprometió a su regreso para estar seguro de su recuperación completa; es decir, se INVOLUCRÓ. El verdadero prójimo es el que realiza el “proceso completo”.
El SAMARITANO tuvo verdadera MISERICORDIA con el maltratado; sintió COMPASIÓN, se conmovió en sus entrañas y en su corazón y eso lo movió a servir aquel “extraño”. “Haz tú lo mismo”, nos dice Jesús a nosotros hoy. “Misericordia quiero y no “sacrificios”. ¡Qué lejos estamos todavía de practicar la verdadera Misericordia! Parece que eso es todo lo que tenemos que hacer para alcanzar la Vida Eterna. Amén
Pbro. Pablo Urquiaga.
Imagen de Cerezo Barredo
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