“El discípulo no rechaza hacerse preguntas; cada día hay que educar el corazón”, proclama Francisco
Advierte de “la tentación de quedarse un poco encerrados, por miedo o por comodidad, en nosotros mismos”
Jesús Bastante, 30 de julio de 2016 a las 10:48
"Jesús busca corazones abiertos y tiernos con los débiles, nunca duros; corazones dóciles y transparentes, que no disimulen ante los que tienen la misión en la Iglesia de orientar en el camino"
(Jesús Bastante).- Uno de los momentos que el Papa Francisco ha impuesto durante sus viajes es un encuentro con sacerdotes, religiosos y seminaristas del país que visita. Una reunión en la que el Pontífice suele arriesgar, se vuelca exigir responsabilidad y servicio a los principales servidores del Evangelio. Esta mañana no fue una excepción. En el santuario dedicado a san Juan Pablo II, y ante miles de consagrados, Bergoglio advirtió a los religiosos de latentación de "quedarnos encerrados" y les pidió "salir al descubierto", para "seguir escribiendo" el Evangelio. "Sed escritores vivos del Evangelio", les pidió.
Francisco quiso hacer hincapié durante su homilía en tres conceptos: "Un lugar, un discípulo y un libro". El lugar, la casa donde los discípulos se encerraron tras la muerte de Jesús, y el Señor les trae su paz y le envía. "Él desea desde el principio que la Iglesia esté de salida, que vaya al mundo", y que lo haga como el propio Cristo, "no como un poderoso, sino en forma de siervo".
"Llama la atención el contraste -señaló el Papa-: mientras que los discípulos cerraban las puertas por temor, Jesús los envía a una misión; quiere que abran las puertas y salgan a propagar el perdón y la paz de Dios con la fuerza del Espíritu Santo".
Hoy, esa llamada "es también para nosotros". En su santuario, Francisco recordó algunas de las palabras más recordadas de san Juan Pablo II: "¡Abrid las puertas!". Sin embargo, el Papa advirtió que "en nuestra vida como sacerdotes y personas consagradas, se puede tener con frecuencia la tentación de quedarse un poco encerrados, por miedo o por comodidad, en nosotros mismos y en nuestros ámbitos".
Jesús indica otra dirección: "Salir de nosotros mismos. Es un viaje sin billete de vuelta", que implica la entrega total. Porque "a Jesús no le gustan los recorridos a mitad, las puertas entreabiertas, las vidas de doble vía. Pide ponerse en camino ligeros, salir renunciando a las propias seguridades, anclados únicamente en él".
"Servicio y disponibilidad", así debe ser la vida de los más cercanos a Jesús. "Una vida en la que no hay espacios cerrados ni propiedad privada para nuestras propias comodidades". "Quien ha optado por configurar toda su existencia con Jesús ya no elige dónde estar, sino que va allá donde se le envía, dispuesto a responder a quien lo llama; tampoco dispone de su propio tiempo. La casa en la que reside no le pertenece, porque la Iglesia y el mundo son los espacios abiertos de su misión".
Así pues, el Papa invitó a sacerdotes y religiosos a huir "de las situaciones gratificantes que lo pondrían en el centro; los estrados vacilantes de los poderes del mundo", y les pidió "no perder el tiempo en proyectar un futuro seguro y bien remunerado, para evitar el riesgo convertirse en aislado y sombrío, encerrado entre las paredes angostas de un egoísmo sin esperanza y sin alegría".
"Contento con el Señor, no se conforma con una vida mediocre, sino que tiene un deseo ardiente de ser testigo y de llegar a los otros; le gusta el riesgo y sale, no forzado por caminos ya trazados, sino abierto y fiel a las rutas indicadas por el Espíritu: contrario al «ir tirando», siente el gusto de evangelizar".
La segunda palabra es la del discípulo, Tomás, el único que se menciona en el pasaje evangélico. "En su duda y su afán de entender -y también un poco terco-, este discípulo se nos asemeja un poco, y hasta nos resulta simpático. Sin saberlo, nos hace un gran regalo: nos acerca a Dios, porque Dios no se oculta a quien lo busca".
"Para nosotros, los discípulos, es muy importante poner nuestra humanidad en contacto con la carne del Señor, es decir, llevarle a él, con confianza y total sinceridad, hasta el fondo, lo que somos", proclamó Bergoglio, quien pidió buscar a Dios "con una oración que sea transparente y no se olvide de confiar y encomendar las miserias, las dificultades y las resistencias".
Y es que, como sucedió con Tomás, "el corazón de Jesús se conquista con la apertura sincera, con los corazones que saben reconocer y llorar las propias debilidades, confiados en que precisamente allí actuará la divina misericordia". ¿Qué es lo que nos pide Jesús? "Quiere corazones verdaderamente consagrados, que viven del perdón que han recibido de él, para derramarlo con compasión sobre los hermanos. Jesús busca corazones abiertos y tiernos con los débiles, nunca duros; corazones dóciles y transparentes, que no disimulen ante los que tienen la misión en la Iglesia de orientar en el camino".
No exige obediencia ciega, sino que "el discípulo no rechaza hacerse preguntas, tiene la valentía de sentir la duda y de llevarla al Señor, a los formadores y a los superiores, sin cálculos ni reticencias. El discípulo fiel lleva a cabo un discernimiento atento y constante, sabiendo que cada día hay que educar el corazón, a partir de los afectos, para huir de toda doblez en las actitudes y en la vida".
El último concepto, el Evangelio, donde "queda espacio para los signos que podemos hacer nosotros, que hemos recibido el Espíritu del amor y estamos llamados a difundir la misericordia". Porque "el Evangelio, libro vivo de la misericordia de Dios, que hay que leer y releer continuamente, todavía tiene al final páginas en blanco: es un libro abierto, que estamos llamados a escribir con el mismo estilo, es decir, realizando obras de misericordia".
En este punto, Francisco preguntó a los presentes: "¿Cómo están las páginas del libro de cada uno de vosotros? ¿Se escriben cada día? ¿Están escritas sólo en parte? ¿Están en blanco?". Y culminó pidiendo a la Virgen que "nos dé la gracia de ser escritores vivos del Evangelio; nos enseñe a curar concretamente las llagas de Jesús en nuestros hermanos y hermanas necesitados, de los cercanos y de los lejanos, del enfermo y del emigrante, porque sirviendo a quien sufre se honra a la carne de Cristo. Que la Virgen María nos ayude a entregarnos hasta el final por el bien de los fieles que se nos han confiado y a sostenernos los unos a los otros".
"Queridos hermanos y hermanas, cada uno de nosotros guarda en el corazón una página personalísima del libro de la misericordia de Dios: es la historia de nuestra llamada, la voz del amor que atrajo y transformó nuestra vida", concluyó. "Reavivemos hoy, con gratitud, la memoria de su llamada, más fuerte que toda resistencia y cansancio".
Cortesía de http://www.periodistadigital.com/
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