Bonifacio Fernández
Uno de las urgencias de la pastoral actual consiste en proponer nuevos modelos de santidad. En la tradición han ido sugiriendo modelos según las épocas: los apóstoles, los mártires, los monjes, los confesores, las vírgenes, los misioneros…Además de estos modelos que forman parte de la vida de las comunidades cristianas, existen otras muchas formas de santidad excelente, cuya memoria no se ha canonizado; quedará oculta en los corazones en la vida de los testigos oculares.
Hay cónyuges santos. Pero cada uno por su parte, Por sus méritos individuales. Así, por ejemplo San Isidro y Santa María de la Cabeza.
Actualmente se demandan nuevos modelos de santidad: santidad laical, santidad comunitaria, santidad política… Ya tenemos algún ejemplo de matrimonio santo, cuya fiesta se celebra en el mismo día. Pero la cuestión es sobre el modelo de santidad matrimonial.
El matrimonio es relación interpersonal entre un hombre y una mujer. Es una relación de amor, que tiene la peculiaridad de la unidad, la exclusividad, la intimidad, la fecundidad. El camino de la santidad matrimonial tiene, entre otros, dos dinamismos antropológicos básicos: la comunicación y la sexualidad. El matrimonio crece en amor e intimidad en la medida en que se comunica con profundidad, constancia y honestidad. Y así potencia la intimidad y la unidad.
Además, la sexualidad es también camino de santidad. El amor conyugal es una tarea a aprender y realizar. La expresión sexual genital del amor constituye una manera de crecer en la relación y de alimentar la intimidad. Puede convertirse en lucha de poder e instrumento de placer. Pero la relación sexual se realiza plenamente cuando es expresión de respeto, de trasparencia, de amor; contraría el sentido de la sexualidad como utilización del otro, dominación del otro. Cuando la sexualidad se convierte en expresión neta y trasparente de la ternura, proporciona la experiencia de incondicionalidad, de abandono en el otro, de aceptación plena del cónyuge.
Por eso se puede convertir en experiencia religiosa. Así lo experimentan muchos matrimonios.
Una adquisición que los matrimonios cristianos atestiguan es que la sexualidad matrimonial es un camino de santidad. Para ser santo un matrimonio no está llamado a dejar de hacer el amor; está llamado a hacer el amor, construir su relación de amor, cuanto más y mejor, mejor.
Así es como el matrimonio es sacramento de amor. Y buena noticia para la Iglesia y la sociedad.
Cortesía de http://www.ciudadredonda.org/
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