sábado, 28 de enero de 2017

¡Dichosos los humildes y sencillos!


Comentario IV domingo del tiempo ordinario, Ciclo "A" 

¡Yo te alabo Padre por que le has escondido nuestras cosas a los sabios y entendidos de éste mundo y se las has revelado a la gente sencilla! ¡Dichosos los “POBRES DE ESPÍRTU”; es decir, los humildes y sencillos porque de ellos es el REINO DE LOS CIELOS; es decir,  serán FELICES para siempre. Aleluya. Ellos son los “preferidos de Dios”
Los “ANAWINES DE YAHVE”; así lo señalan los “profetas”: Yo dejaré en medio de ti, pueblo mío, un “puñado” (resto) de gente pobre y humilde. Ellos confiarán en el Señor, no cometerán maldades ni dirán mentiras; permanecerán tranquilos y descansaran y vivirán en Paz sin que nadie les moleste”. “Serán FELICES” (Sof. 3,12-13)

El Señor les hará JUSTICIA; al oprimido lo liberará, al hambriento le proporcionará el “PAN”; abrirá los ojos a los ciegos y aliviará al que está agobiado. Atenderá la huérfano y a la viuda y trastornará el plan de los malvados. Es por eso que entre sus elegidos no hay muchos sabios ni entendidos; ni muchos poderosos y nobles según los criterios humanos; Dios ha elegido a los “ignorantes de este mundo” para humillar a los sabios y a los débiles para avergonzar a los fuertes; para que nadie se engría ni ensoberbezca.

¡Dichosos ustedes cuando les injurien y calumnien; desprecien y persigan por mi causa! ¡Alégrense! La Causa de Jesús es EL REINO DEL PADRE. Reino de Justicia, de libertad de igualdad y equidad; el de construir un mundo nuevo; una gran fraternidad Universal donde no haya ni pobres ni ricos, sino, seres humanos que se amen y ayuden unos a otros a SER FELICES; sirviéndose los unos a los otros con amor y gozo.

Hoy celebramos el domingo de la “INFANCIA MISIONERA”: Jesús nos dice: “tienes que ser como los niños para entrar en el Reino de los cielos”. Tenemos que aprender de ellos que son humildes, sencillos y libres; no necesitan muchas cosas para ser Felices. Ellos son los verdaderos Testigos del Reino; los MISIONEROS más auténticos. Amén

Pbro. Pablo Urquiaga.
Imagen de Cerezo Barredo






sábado, 21 de enero de 2017

CONSERVEMOS LA UNIDAD


Comentario III domingo del tiempo ordinario, Ciclo "A" 

Después de ser Bautizado en el Jordán y una vez concluido su “retiro espiritual” en el “desierto”; Jesús se dirige a Cafarnaúm de Galilea (región de los gentiles) y allí llama a algunos pescadores a seguirle; entre ellos Santiago y Juan, hijos de Zebedeo y Andrés y Pedro; quienes fueron capaces de dejarlo todo para seguirle. Jesús les contó la Misión que le encomendaba su PADRE DIOS y ellos decidieron colaborar con El en el anuncio del Reino de los cielos por aquellas tierras. Se convirtieron en “pescadores de hombres”.
“Arrepiéntanse y conviértanse, crean en la buena Noticia, ya se acerca el Reino de los Cielos”. Todos los que hemos sido Bautizados en el Espíritu en el nombre de Jesús y hemos decidido “seguir a Jesús y comprometernos con su proyecto de vida” (El Reino); tenemos que continuar esa MISIÓN UNIDOS EN ARMONÍA.

EL APOSTOL PABLO (2da. Lectura) nos exhorta a que vivamos en concordia y que no haya “división” entre nosotros sino que estemos UNIDOS en un mismo pensar y sentir. El de JESÚS. No somos ni de Pablo, ni de Pedro, ni de nadie. SOMOS DE CRISTO y todos formamos parte de su único CUERPO que es SU IGLESIA. ¡Basta ya de divisiones absurdas; de partidos; de líderes religiosos, de costumbres y “tradiciones” que nos separan; cesen los “muros” y que se construyan “puentes” y que se consolide la UNIÓN EN ÉL. Que los distintos dones nos enriquezcan y no nos dividan; unidad en la diversidad de “carismas”; respetemos esas diferencias y más bien enriquezcámonos con ellas; para eso debemos ser humildes, buscando siempre los intereses del Señor y no los nuestros.

Aprovechemos esta SEMANA DE LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS; en este año que celebramos junto a nuestro HERMANO FRANCISCO, los 500 años de la PROTESTA de nuestro HERMANO MARTÍN LUTERO; TESTIGO DEL EVANGELIO. Solo en CRISTO consolidaremos nuestra UNIÓN. Amén

Pbro. Pablo Urquiaga.
Imagen de Cerezo Barredo





jueves, 19 de enero de 2017

JOSÉ MARINS: CEBS Y CLERICALISMO


El fundador de las Comunidades Eclesiales de Base, el sacerdote brasileño José Marins hace un balance de las mismas en la actualidad. “Hoy sentimos que no hay oposición directa a las Cebs como hubo en el pasado a nivel de Iglesia, pero sí indiferencia, como algo que ya pasó y que era bonito pero de otra época. En realidad las Cebs siguen existiendo, son más maduras, con más fundamentación bíblica y teológica, pero no tienen el apoyo de la mayoría del clero y de la jerarquía. En los seminarios no se enseña el acompañamiento a las Cebs. El clero hoy está más conforme con los movimientos.
Durante las dictaduras militares tuvimos muchos mártires en América Latina: 72 entre curas y obispos, unas 20 religiosas y más de mil laicos. Después vino el receso, debido a que el modelo dominante de Iglesia siguió siendo el de la cristiandad con una visión piramidal y todo centrado en lo sacramental y devocional. Nacieron movimientos dentro de la Iglesia con gran éxito ya sea por las canciones agradables, bonitas y atrayentes o por el estilo de oración que llevaba a una experiencia del Espíritu Santo. Hoy las Cebs se han difundido hasta en África y Asia. Nunca hubo un Papa como el actual que apoyara en forma tan explícita a las Cebs, no tanto por aquello que dice sino por lo que hace. La mayoría de los obispos no está imitando al Papa; lo están aplaudiendo y nada más. Lo que caracteriza a las Cebs es la Palabra de Dios en manos del pueblo, la presencia de Jesús en pequeñas comunidades realmente fraternas, el poder llegar a las mayorías sencillas y marginadas, el trabajar con otros que no son católicos o que no son creyentes, pero no para discutir sino para trabajar juntos en  el servicio a la gente. Hacemos realidad el proyecto del Papa Francisco de una “Iglesia en salida”. Abogamos por el liderazgo del laico y en especial de las mujeres. El clero en general es machista; es una falla cultural, más que moral porque siempre fue educado así. Este Papa denuncia el clericalismo en América Latina; pero si el clero no sabe trabajar en equipo con los laicos, menos lo hace con las mujeres. Los ministros ordenados no están al servicio del pueblo de Dios; en la práctica el pueblo tiene que estar al servicio de aquello que el sacerdote decida. Si hay un sacerdote que va por la izquierda y llega otro que decide que ahora hay que ir por la derecha, los que no están de acuerdo son apartados. Las Cebs llegan donde la parroquia no llega gracias a los laicos que necesitan un mínimo de autonomía, aún estando en comunión con la parroquia, pero buscando unir sobre todo la fe a la vida”.
Cortesía de https://umbrales.edu.uy

sábado, 14 de enero de 2017

EL BAUTISMO DE JESUS


Comentario II domingo del tiempo ordinario, Ciclo "A" 


Jesús, en su bautismo en el Jordán, comienza su “vida pública”. Allí se cumple en Él la profecía de Isaías (Is. 42, 1-7). Él es el “siervo de Yahvé” pero también es el “Hijo amado del Padre” en quien se complace. Allí es “UNGIDO”, es decir, “CONSAGRADO POR EL Espíritu Santo” y enviado para cumplir una Misión: “Hacer brillar la JUSTICIA sobre todas las naciones y “abrir los ojos de los ciegos, sacar a los cautivos de sus prisiones y de las mazmorras a los que habitan en tinieblas”.

Impulsado por ese “ESPIRITU” comienza a cumplir esa Misión anunciando a todos(as) el Reino de su Padre Dios, sobre todo a los más pobres y marginados de su tierra. Con el poder del Espíritu comenzó a “sanar, liberar, iluminar y salvar” a todos los que creían en EL; a ser TESTIGO  de que el reino de su Padre había llegado a ellos.

Los que hemos sido Bautizados con su mismo Espíritu estamos llamados a ser también “Testigos como El”, anunciadores de su Buena Noticia, sin “distinción de personas” como lo señala San Pedro en la 2da lectura de hoy (Hch. 10, 34-38). Hemos sido “CONSAGRADOS COMO JESÚS” para continuar su obra. Por el BAUTISMO DE JESÚS hemos sido constituidos: “Sacerdotes, Profetas y Reyes” y a través del mismo Espíritu lo pongamos en práctica como Iglesia de Cristo de la cual formamos parte todos(as).

Que esta fiesta de BAUTISMO DE JESÚS renueve en nosotros esa VOCACIÓN. No podemos descansar hasta que veamos que la JUSTICIA reine en nuestra Patria; hasta desterrar de este Continente y de todo el mundo, el hambre, la injusticia y la inequidad. Hay muchos que todavía viven en tinieblas y sombras de muerte; a ellos debemos llevar la LUZ DE CRISTO para que sus ojos se abran y puedan salir de las mazmorras del pecado de egoísmos, vicios y corrupciones. Salgamos todos(as) en el nombre del Señor. Amén

Pbro. Pablo Urquiaga.
Imagen de Cerezo Barredo



martes, 10 de enero de 2017

El Video del Papa para el mes de enero "Los cristianos al servicio de la humanidad"





Todos los cristianos tenemos la oportunidad de empezar el año ayudando al Papa a hacer frente a los desafíos de la humanidad con nuestra oración y nuestra caridad.

"En el mundo actual, muchos cristianos de diversas iglesias y comunidades trabajan juntos al servicio de la humanidad necesitada, para la defensa de la vida humana y de su dignidad, de la creación y contra las injusticias.

Este deseo de caminar juntos, de colaborar en el servicio y en la solidaridad con los débiles y los que sufren es un motivo de alegría para todos.

Une tu voz a la mía para pedir por todos los cristianos, para que contribuyan con la oración y la caridad fraterna a restablecer la plena comunión eclesial al servicio de los desafíos de la humanidad.”

Las 3 características de la autoridad cristiana: humilde de servicio, cercana y coherente


Papa Francisco: Jesús tiene autoridad, el clericalismo desprecia a la gente


Jesús tenía autoridad porque servía la gente, estaba cerca de las personas y era coherente, al contrario que los doctores de la ley que se sentían príncipes. Estas tres características de la autoridad de Jesús fueron la base de la homilía del papa Francisco de esta mañana en la Casa Santa Marta del Vaticano.
Francisco destacó que los doctores de la Ley enseñaban con una autoridad eclesiástica, separados de la gente, no vivían lo que predicaban. Y diferenció la autoridad de Jesús y la de los fariseos: la primera es una autoridad real, la segunda formal.

En el Evangelio de hoy se habla del estupor de la gente por el hecho de que Jesús enseñaba “como uno que tiene autoridad” y no como los escribas, que eran la autoridad del pueblo, destacó Francisco, pero los que enseñaban no entraban en el corazón, mientras Jesús tenía una autoridad real: no era un “seductor”, enseñaba la Ley “hasta el último punto”, enseñaba la Verdad pero con autoridad.
Las 3 características de la autoridad cristiana: 1ª humildad servicial
El Papa entró en el detalle y se detuvo sobre las tres características que diferencian la autoridad de Jesús de la de los doctores de la Ley.
Mientras que Jesús enseñaba con “humildad”, y les dice a los discípulos que “el más grande sea el que más sirva, que se haga pequeño”, los fariseos actuaban como príncipes, explicó.
“Jesús servía a la gente, explicaba las cosas para que la gente entendiese bien: estaba al servicio de la gente. Tenía una actitud de servicio y esto daba autoridad. Sin embargo, estos doctores de la ley que la gente… sí, escuchaba, respetaba pero que no sentían que tuviesen autoridad sobre ellos… estos tenían una psicología de príncipes: ‘Nosotros somos los maestros, los príncipes y os enseñamos. No servimos, nosotros mandamos: vosotros obedecéis’. Y Jesús nunca se hizo pasar por príncipe: siempre estaba al servicio de todos y eso le daba autoridad”, prosiguió.
La segunda característica de la autoridad de Jesús es la cercanía 
Estar cercano a la gente, de hecho, confiere autoridad, constató el Papa. “Jesús no tenía alergia a la gente: tocaba a los leprosos, a los enfermos, no les hacía ascos”, explicó.
En cambio, los fariseos “despreciaban a la pobre gente, ignorantes”, a ellos les gustaba pasear por las plazas, bien vestidos:
“Estaban separados de la gente, no eran cercanos. Jesús, todo lo contrario, y esto también le daba autoridad”, añadió.

“Estos doctores de la ley tenían una psicología clerical: enseñaban con una autoridad clericalista -advirtió el Papa-. Me gusta volver a leer el número 48 de la Evangelii Nuntiandi, donde se ve la cercanía a la gente que tenía Pablo VI, se ve su corazón de pastor: en la cercanía está la autoridad del Papa”.
Jesús era coherente, la actitud clericalista es hipócrita
Hay un tercer punto que diferencia la autoridad de los escribas de la de Jesús y es la coherencia. Jesús “vivía lo que predicaba”. “Había una unidad, una armonía entre lo que pensaba, sentía y hacía”. Mientras que, quien se siente príncipe tiene una “actitud clerical”, es decir hipócrita, dice una cosa y hace otra.
“Sin embargo, esta gente no era coherente y su personalidad estaba tan dividida que Jesús aconseja a sus discípulos: ‘Haced lo que os dicen, no lo que hacen’. Decían una cosa y hacían otra. Incoherencia. Eran incoherentes. El adjetivo que Jesús les pone muchas veces es el de ‘hipócritas’”, recordó Francisco.
“Se entiende que si uno se siente príncipe, tiene una actitud clericalista y es un hipócrita ¡no tiene autoridad! Dirá verdades pero sin autoridad. Sin embargo Jesús, que es humilde, que está al servicio, que no desprecia a la gente y que es coherente, tiene autoridad. Y esta es la autoridad que siente el pueblo de Dios”.
El estupor del posadero en la parábola del Buen Samaritano
En resumen, el Papa para hacer comprender esto, recordó la parábola del Buen Samaritano. Ante el hombre dejado, medio muerto, en el sendero de los malhechores, pasa el sacerdote y se va rápido porque hay sangre y no quiere hacerse impuro. Pasa el levita, dijo Francisco, “creo que pensó que si se entrometía acabaría de testigo en un tribunal y él ya tenía muchas cosas que hacer”. También él se va. Al final viene el samaritano, un pecador, que tiene piedad.
Pero hay otro personaje que es el posadero, destacó el Papa, que no se sorprende del ataque de los malhechores, ni de la actitud del sacerdote y del levita, porque los conocía. Se queda sorprendido de la actitud del samaritano. El estupor del posadero: “Este está loco”, “no es judío, es un pecador”, podía pensar. “Este es el estupor de la gente del Evangelio de hoy ante la autoridad de Jesús: “una autoridad humilde, de servicio, una autoridad cercana a la gente y coherente”.

Cortesía de http://es.aleteia.org/

viernes, 6 de enero de 2017

El nuevo rostro de la Iglesia… sin maquillajes.


A menudo la Iglesia avanza a trompicones. Después de una cierta revolución o una puesta al día (aggiornamento) en su relación con el mundo hay un paréntesis de consolidación que puede durar años, décadas o siglos, e incluso puede producirse una cierta regresión. Mientras, el mundo sigue evolucionando, y vuelve a producirse una falta de adecuación de la Iglesia con el mundo, lo cual le obliga a hacer otra revolución.
Es cierto que una reforma siempre es necesaria, incluso urgente, cuando está en juego el que las personas puedan encontrar fundamentos que sostengan su fe, una situación en la que nos encontramos hoy.
Si queremos cambiar el rostro de la Iglesia es preciso cambiar su mirada, puesto que lo más importante del rostro es la manera de mirar, y también de escuchar y de gustar del mundo que se le presenta. La mirada renovada no puede ser otra que la de Jesús, puesto que es a través de Jesús que Dios mira y siente el mundo; un Jesús que no mira desde cualquier sitio o desde un lugar neutro, sino desde el lugar del esclavo, desde el lugar del pobre, a los pies de los demás, de abajo arriba y desde el margen hacia el centro. Ciertamente, se trata de una mirada diferente a la que la Iglesia nos tiene acostumbrados: juzgadora, prepotente y controladora, una mirada de arriba abajo y del centro hacia el margen. Y, por supuesto, una mirada también diferente para recuperar la mirada femenina del propio Jesús: pacificadora, servidora y cuidadora que se expresa en los milagros y parábolas del Evangelio.
De la religión de los «perfectos» a la misericordia de Dios
La Iglesia necesita asimismo recuperar la indignación de Jesús y su misericordia. No se trata simplemente de aumentar el tono de indignación ni el grado de misericordia sino de sentirse proféticamente indignados frente a aquellos con los que Jesús se indignó: los ricos, los hipócritas y los orgullosos. Además, es preciso expresar infinita misericordia con aquellos con los que Jesús se mostró misericordioso. La Iglesia adinerada ha sido demasiado comprensiva con los corruptos y los defraudadores y excesivamente dura contra los homosexuales, los divorciados, etc.
Frente a la hipocresía religiosa, y frente a esa religión de los «perfectos», la Iglesia debe presentarse como una comunidad de personas que experimentan cotidianamente la misericordia de Dios y no como aquellas que se ven superiores a los demás. En realidad, detrás de las discusiones sobre la admisión a la comunión de los divorciados o la inclusión de los homosexuales en el seno de la Iglesia, se visibiliza una lucha entre dos modos antagónicos e irreconciliables de entender la religión. Solo así puede entenderse la vehemencia de las discusiones: una Iglesia de los perfectos que mira por encima del hombro a los que considera que no lo son, frente a una Iglesia acogedora, como la de Jesús, que se reconoce llena de gente sencilla, cojos, mancos, recaudadores de impuestos, prostitutas, etc. Se trata de la misma dicotomía que existía entre los fariseos y el grupo que seguía a Jesús, al que criticaban aquellos por comer «con publicanos y pecadores».
El fariseísmo vive con miedo al refrán «dime con quién andas y te diré quién eres». Cree que si se da la comunión a alguien que ha fracasado en su matrimonio, se impurifica al mismo Cuerpo de Cristo y a los demás miembros. En cambio, la Iglesia de Jesús se mezcla entre la gente sencilla para acogerla, acompañarla, darle esperanza y sanarla.
De la autorreferencialidad a la escucha del sufrimiento
La Iglesia debe descentrarse y acercarse al marginado, y abandonar, o como dice Francisco, huir de la autorreferencialidad. Esta preocupación de la Iglesia de hablar solo de sí misma y cada vez más para sí misma, con unos documentos que interesan a muy pocos, debe transformarse en una Palabra dirigida al pueblo y a su sufrimiento. En esta preocupación por el sufrimiento, debe reconocer con dolor a las miles de víctimas que ella misma ha producido y sigue produciendo. Ella, que se constituyó sobre la sangre de los mártires, pasó a ser verdugo. Las víctimas del fariseísmo judío denunciado por Jesús –leprosos, mujeres con flujos de sangre, publicanos, pastores, etc.– son hoy los homosexuales, los divorciados, etc., que se han visto marginados por la misma Iglesia. La Iglesia debe oír su sufrimiento.
De Cristo Rey a la figura de Jesús
La Iglesia debe dejar de ser un reflejo del «Cristo Rey de este mundo» y recobrar la imagen de Jesús servidor y cuidador que se postra a los pies de sus discípulos. La Iglesia, en tanto que imagen de Cristo Rey de este mundo, es la que transmite una imagen de Dios como Todopoderoso, Emperador, Patriarca, en el sentido masculino del término, y en lo que se ha de transformar es en una Iglesia capaz de reflejar la imagen del Dios que integra lo masculino y lo femenino. De una Iglesia preocupada en predicar al mundo la existencia de un Dios «más perfecto del cual nada puede pensarse» debemos pasar a una Iglesia que intenta presentar al Dios que se manifiesta débil en la figura de Jesús.
De la jerarquía a la escucha: Dios en el pueblo
Es ineludible para la Iglesia ver y escuchar a «Dios en todas las cosas» y personas, como base teológica de la participación de todos en las decisiones que adopte. El sujeto de la escucha es toda la Iglesia y no solamente su jerarquía. Teológicamente hay que retomar aquella idea de que toda la Iglesia es profética y toda ella es sacerdotal. Así, el que tiene que ver y escuchar a Dios es la Iglesia en su totalidad y no solo su jerarquía, y si Dios habla en el pueblo, la jerarquía debe escucharlo. El sondeo mundial ante el Sínodo de la Familia no fue una mera encuesta para aceptar la opinión mayoritaria: fue un acto de fe de la presencia de Dios en el pueblo. La Iglesia debe fundamentarse en esto para caminar hacia una mayor horizontalidad en la toma de decisiones y en una desclericalización en línea con el Evangelio.
De la comunidad cerrada a la comunión y el diálogo
La Iglesia debe ser una gran comunidad de comunidades en las que el diálogo constituye un elemento esencial. Además, la Trinidad no es una «comunidad» cerrada sino que está en constante salida de sí misma. Por ello, si la Iglesia está llamada a ser su imagen, debe estar en un continuo salir de sí dialógico hacia el mundo. Por consiguiente, la Iglesia debe pronunciar una Palabra de denuncia, una Palabra salvadora, pero también una Palabra de bendición. Debe denunciar las desigualdades económicas indecentes, recordando el destino común de los bienes de la tierra, y condenar las discriminaciones por motivos de raza, religión y género.
La Palabra salvadora la debe pronunciar la Iglesia no solo a través de los sacramentos sino a través de su acción social. Pero la Iglesia no se puede olvidar de pronunciar una Palabra de bendición –en el sentido de decir bien– sobre todas las cosas. Esa fue la Palabra creadora de Dios cuando decía que «todo era bueno». De igual manera, la Iglesia debe ser capaz de ver y de reconocer todo el bien que es producido por gente cristiana y no cristiana. Así se expresa el papa Francisco cuando dice que el confesionario «no puede ser una sala de tortura». Una Palabra de bendición es la Palabra de san Francisco y que reproduce el papa: «Laudato Si’», con toda la dimensión ecológica que esta contiene.
Con rostro de mujer
Este cambio de rostro de la Iglesia debe tener, pues, una traducción eclesiológica y litúrgica que potencie la horizontalidad y la consulta, e integre a la mujer en los órganos de decisión y de celebración litúrgica. En el año de la misericordia propuesto por el Papa, no puede darse un verdadero giro hacia esta actitud sin un giro femenino. La «misericordia» bíblica traduce la raíz R-H-H hebrea (o árabe en rahim) que es aquel amor que surge de las entrañas de Dios, de su regazo o incluso de su útero maternal (rehem). Por eso, no puede haber una conversión a la misericordia sin una conversión a lo fememino. El patriarcalismo teológico ha ido históricamente de la mano de la violencia legitimada religiosamente y una Iglesia pacífica y del cuidado no acabará de hacerse sin asumir plenamente a la mujer.
[Este artículo forma parte del Cuaderno CJ número 200 y corresponde al epílogo del mismo.]
Cortesía de http://pazybien.es/