Comentario domingo XV del Tiempo ordinario Ciclo A
¡Hay que sembrar! El Señor Jesús nos ha mandado a sembrar la semilla de su Palabra por todo el mundo, en todo tiempo y en todo lugar. No importa que corramos el riesgo de que algunas semillas se pierdan; lo importante son aquellas que caen en “tierra buena” y dan fruto según la “calidad” de esa tierra en la cual cae.
Nosotros somos esa tierra, la cual tenemos que trabajar y preparar (abonar) para que cuando caiga la “semilla”, no se pierda y pueda dar fruto abundante. Hay “tierras” que son “piedra dura”; enmohecidas por el orgullo, la soberbia y la autosuficiencia; es imposible que allí la semilla pueda germinar pues está bloqueada para recibirla. Hay otras que se abren a la semilla pero el terreno está lleno de “escombros” (basura) y se frustra en ella la siembra. Otras reciben la semilla pero el enemigo siembra la “cizaña” que ahogan el fruto débil y éste se seca y muere. Pero hay otras “tierras buenas”; son los sencillos y humildes que la esperan con alegría porque están preparados para recibirla y es por eso que allí las semillas dan fruto abundante.
Ellos son los que se convierten en Misioneros sembradores. A unos les toca preparar la tierra; a otros sembrar la semilla y a otros cosechar el fruto. La Creación entera está “gimiendo” con dolores de parto esperando que los “hijos de Dios” se manifiesten para verse liberada del desorden y de la esclavitud de la corrupción para compartir el gozo de la gloriosa libertad de estos su hijos “labradores” y que la naturaleza, creación de Dios por su Palabra vuelva a ser como al principio el JARDÍN DEL EDÉN que El quiso que fuera.
¡A desalambrar que la tierra es nuestra y su fruto también. Todos a sembrar. Amen
Pbro. Pablo Urquiaga.
Imagen de Cerezo Barredo
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