jueves, 30 de abril de 2015

¡LA CRISIS ÉTICA Y MORAL NOS QUITA LA PAZ!

Venezuela es un País maravilloso, escogido por el Creador para cumplir una Misión especial ante los pueblos de América y el mundo. Es por eso que debemos superar la "crisis ética y moral" que nos daña y nos paraliza y nos quita la Paz y atenta contra esa noble causa de ser "luz para las demás naciones.

En Venezuela tenemos todos los recursos humanos y financieros para ser un "País potencia" , para servir y no para invadir ni explotar ni someter a nadie. En su extraordinaria encíclica "Evangelii Gaudium" , Francisco nuestro Hermano el papa encontramos las bases éticas y morales que nos pueden ayudar a superar esta "crisis" y salir victoriosos de ella. Las "crisis" no son malas en sí; son oportunidades para "purificarnos" , crecer y evolucionar. "Errar es de humanos, rectificar es de sabios" nos decía el gran San Agustín de Hipona. Rectificar es reconocer los errores y aprender de ellos para superarlos y trascenderlos; para ello necesitamos ser "HUMILDES" y entender que no tenemos la verdad completa, y aquel que piensa distinto puede tener también parte de esa verdad. Don Helder Camara, Obispo benemérito de Recife, Brazil nos decía: "Las diferencias no deben enfrentarnos sino enriquecernos" para que juntos podamos construir el País que todos queremos, un País "con todos y para el bien de todos" como lo dijo Marti. 

En el Capítulo 2, # 57, el papa Francisco nos habla de esa ética que tanto necesitamos: "Cuando el dinero manda en lugar de servir, allí se esconde un profundo rechazo a la ética y a Dios. Algunos economistas sienten un tipo de "desprecio burlón" y se le considera contraproducente porque relativiza el dinero y el poder. Para ellos la economía no necesita "etica" solo la "mano invisible del mercado" que lo arregla todo; sienten la ética como una amenaza pues esta condena la manipulación de los medios propagandístico y la degradación de los seres humanos. La ética CRISTIANA (la moral) lleva a un Dios-Amor que esta fuera de las categorías del mercado. Necesitamos una economía al servicio del ser humano y no un ser humano al servicio de la economía y las finanzas públicas. Una ética no "ideologizada" permite crear un equilibrio y un orden social más humano donde obreros y empresarios (trabajo y capital) puedan producir juntos en armonía y equidad para lograr progreso y bienestar para todos (as).

"No compartir con los pobres las ganancias de los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son nuestros bienes, sino los de ellos y también de Dios-Padre" (#55). Una reforma financiera que entienda esto, requeriría de un cambio radical por parte de los dirigentes politicos: Gobernar para servir y no para servirse de los demás para enriquecerse a costa de ellos los pobres que es la forma más perversa de corrupción. El que no gobierna para setvir, no sirve para gobernar. Se necesita un ética que regule las finanzas públicas en favor de todos (as). 

Otra de las crisis que tendremos que afrontar es la INSEGURIDAD, la VIOLENCIA y la IMPUNIDAD. EL PAPA FRANCISCO en el # 59 de su encíclica nos da luz al respecto: "Hasta que no se revierta la exclusión y la iniquidad será imposible erradicar la violencia". Vivimos en un País violento; Venezuela nos necesita a todos (as) con "etica" para sacar adelante a nuestra Nación, que es de todos y no de una ideología o de un "partido o tendencia politica". Debemos entender de una vez que gente honrada (con etica y moral ) existen en todas las tendencias e ideologías; los hay honestos y también corruptos; Venezuela necesita crear un buen equipo integrado por los honestos de cada bando sin excluir a nadie; solo a los corruptos que como es natural no podrán participar hasta que no sean regenerados en algún correccional ( no carcel) y así tengan la oportunidad de integrarse e incluirse en la sociedad. Ese es nuestro primer reto: NO A LA EXCLUSION sin excepciones.

Lo que se ha logrado de bueno para el PUEBLO como son las Misiones sociales (salud, educacion, vivienda, cultura, deporte y otros logros) deben mantenerse en sus aspectos positivos y en las fallas deben corregirse y purificarse par que mejoren cada dia; jamás debemos aceptar que se eliminen. Las fallas en la ineficiencia en materia de seguridad, estado de derecho (impunidad), persecución política (acoso ) y sobre todo a nivel de la administración pública (economía), deben corregirse y aceptar el fracaso en materia de eficiencia y eficacia al no poder evitar el deterioro de nuestra moneda oficial (INFLACIÓN).

Otro aspecto que señala Francisco es la "INEQUIDAD": "Se acusa de violentos a los pueblos pobres pero sin igualdad de oportunidades (equidad), las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano estallará. Yo no estoy de acuerdo con las "guarimbas" pero me pregunto: ¿Acaso ellas no han tenido entre sus causas la "exclusión " y la inequidad "? "Cuando la sociedad, sigue diciendo el papa, abandona en la periferia una parte de sí misma, no habrá programa político ni recurso policial que puedan garantizar la Paz. La INEQUIDAD (es decir la desigualdad) provoca la reacción violenta de los excluidos del Sistema porque también el sistema social y económico imperante es injusto en su raiz. LA PAZ ES FRUTO DE LA JUSTCIA, frase que inmortalizó a nuestro nunca olvidado padre JUAN VIVES SURIA; queremos PAZ, trabajemos por la JUSTICIA con ética y moral eqiitativa. Amén . 

Padre Pablo. Caricuao. Un servidor

domingo, 26 de abril de 2015

El Buen Pastor


Comentario  del 4to domingo del tiempo de Pascua, ciclo "B"

JESUS RESUCITADO es el Buen Pastor. A Jesús le interesan sus ovejas y lo demostró al dar su vida por ellas; El las conoce y ellas le siguen porque conocen su voz. Nosotros los cristianos somos sus "ovejas" fieles porque le seguimos y cumplimos sus mandatos. Lo hacemos no por obligación sino porque sabemos que Él nos ama y nos conduce a verdes y abundantes pastos; nos dejamos guiar por Él, porque sabemos que quiere nuestro bien y aunque tengamos que pasar por valles muy oscuros, nada temeremos porque El ira siempre con nosotros y ningún mal podrá dañarnos, su vara y su cayado nos confortan.

Sabemos que no solo nosotros somos de su rebaño, hay otras ovejas que no son de nuestro redil y sin embargo Él también las ama y las llama a que oigan su VOZ y le sigan. Así habrá un solo rebaño y un solo Pastor. Es por eso que entre Cristianos no debe haber ninguna división; debemos romper de una vez las barreras que aún nos separan, sea de orden religioso, político, económico o social. Un solo Pastor, un solo rebaño, un solo Señor, un solo Bautismo, un mismo pensar y sentir, una sola razón de vivir: Que se cumpla su Voluntad en la tierra como en el cielo, que venga a nosotros su REINO. AMEN

Necesitamos "pastores" como Jesús, abundantes "Ministros-Servidores" que solo busquen la gloria de Dios y no su "vanagloria", que busquen los intereses del Reino y no sus propios intereses, que sean servidores y no explotadores de la fe humilde del Pueblo de Dios. Basta ya de asalariados que ven venir al lobo y abandonan las ovejas porque a estos no le interesan las ovejas sino la "lana" que puedan sacar de ellas. Ya tenemos bastantes de esos "mercenarios". Necesitamos auténticos MlNISTROS-SERVlDORES; no importa el nombre que tengan, pastores, curas, monjas, catequistas; lo que importan es que sirvan y sean fieles al ÚNICO Y VERDADERO PASTOR JESUCRISTO y sepan dar su vida por su pueblo. Aleluya.
¡SENOR danos muchos ministros santos!

                                                                                                                           Pbro. Pablo Urquiaga.

domingo, 19 de abril de 2015

Testigos del Resucitado


Comentario  del 3er domingo del tiempo de Pascua, ciclo "B"

En ésta tercera semana de Pascua, entra en escena los discípulos de Emaús y su experiencia con el Resucitado. Cuando iban de camino y Jesús se les acercó, no lo reconocieron; sus ojos estaban"embotados” por la incredulidad. A pesar de que Jesús les explicaba las Escrituras, solo les "ardía el corazón” pero tampoco lo reconocieron y lo consideraron un "extraño" (forastero).

Al llegar a Emaús, Jesús intentó pasar de largo pero ellos lo invitaron a quedarse pues ya se hacía de noche y le dieron "hospedaje". Al sentarse con ellos a la mesa "tomó el pan, lo partió y se los dio"; fue entonces cuando lo reconocieron y desapareció. Aquel "gesto" de "partir el Pan” les recordó la “ÚLTIMA CENA” que compartieron con El la noche antes de su pasión. A partir de aquel momento pudieron ser "Testigos de su Resurrección". 

El sacramento de la Eucaristía es el momento ideal de "gracia" para poder encontrarnos con El Resucitado. En ella se nos "explican las escrituras y parten para nosotros su PAN”. Es cuando nos reunimos a COMPARTIR el AMOR que Él nos dejó; recibimos su PAZ; esa PAZ que solo EL nos puede dar y al final recibimos su BENDICIÓN. Pero hay algo muy importante que pasa al principio de la misma y es que se nos invita a la CONVERSIÓN y a recibir el "perdón de nuestros pecados” antes de iniciar dicha celebración. 

Nosotros como Cristianos de hoy, necesitamos también tener esa experiencia de FE que tuvieron los hermanos de Emaús y así convertirnos en “testigos de su Resurrección; no solo de "palabras" sino de "hechos” y la mejor forma de demostrarlo es cuando compartimos con los demás lo que somos y tenemos, trasmitiendo así el gozo de saber que EL VIVE. Los demás creerán en el Resucitado cuando vean en nosotros "señales de conversión" en nuestras vidas. Es por eso que Juan nos dice hoy en la segunda lectura: "Una prueba de que conocemos a Dios es que cumplamos sus mandatos: compartir el Amor y nuestro pan cada día” Seamos también nosotros “Testigos de su Resurrección”. Amen Aleluya


Pbro. Pablo Urquiaga.
Imagen de Cerezo Barredo

domingo, 12 de abril de 2015

"No seas incrédulo sino creyente"


Comentario  del 2do domingo del tiempo de Pascua, ciclo "B"

La incredulidad, es decir, la falta de Fe, es uno de los peores males del "materialismo":"Ver para creer o no querer ver más allá de las narices. Eso es lo que le pasaba a Tomás y es por eso que Jesús le reclamó llamándolo "incrédulo".

Hoy, como Tomás, hay muchos como él entre nosotros; personas que tienen que ver "milagros y señales visibles", que se puedan palpar, para poder creer. Les falta "visión espiritual” para poder ver "más allá de las cosas materiales". Podríamos decir que hay dos maneras de ser "incrédulos".

1. Falta de Fe en Jesús Resucitado: El Señor Jesús les había dicho en varias ocasiones que él tenía que padecer, morir en la Cruz para después resucitar; pero ellos no le creyeron a Jesús, no solo Tomas sino todos(as). Les faltaba "sabiduría espiritual" (Don del Espíritu) para poderlo ver resucitado ya que cuando se les "apareció", no lo reconocieron "a primera vista".

2. Falta de Fe en la Comunidad: Tomas no creyó en el testimonio de Sus hermanos apóstoles los cuales le habían dicho: "Hemos visto al Señor”. En la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles se nos narra la extraordinaria "confianza" (Fe). Que Se tenían en aquella ideal "comunidad primitiva" donde todo lo que tenían lo ponían en común y nadie llamaba propio lo suyo. Solo los que confían pueden llegar a este ideal de COMUNIÓN PERFECTA (anticipo del Reino).

Necesitamos recuperar nuestra FE- CONFIANZA en Cristo Resucitado y en su COMUNIDAD que es la IGLESIA PUEBLO DE Dios. Si no hay esa FE entre nosotros, no podremos ser TESTIGOS DEL RESUCITADO y por ende, no seremos SU IGLESIA. Pidamos al Señor Que nos libre de tanta incredulidad y que seamos dichosos "por creer sin tener que ver. Amén 

Pbro. Pablo Urquiaga.

jueves, 9 de abril de 2015

Calendario escuela de parejas del Arciprestazgo de Antimano 2015

La próxima Escuela de parejas comenzará el próximo sábado 11 de abril a la 1 PM en la Iglesia San Carlos Borromeo en Caricuao. Destinada a las parejas que quieren contraer matrimonio, quieren bendecir su hogar o quieren profundizar en su vida de pareja. Te esperamos. 

Se realizarán dos escuelas este año.



sábado, 4 de abril de 2015

"Yo tengo un sueño": 47 años del asesinato de Martin Luther King



Le gustaba enseñar, estaba acostumbrado a dar sermones en su iglesia y a alentar a quienes lo seguían con el sueño de vivir en un Estados Unidos libre de racismo. Martin Luther King puso su fe en obras al organizar y dirigir protestas pacíficas que consistían en recorrer las calles con pancartas y consignas, a las que miles de afroamericanos se unieron para respaldar su movimiento revolucionario.

King abrió el camino hacia el fin de la discriminación racial en América del Norte. Es una lucha que se mantiene viva a 47 años de su asesinato, el 4 de abril de 1968.

El reverendo activista luchó por alcanzar la justicia social y conseguir una reforma que reconociera en la población afroamericana los mismos derechos civiles de los blancos, entre ellos, el voto.

La sociedad norteamericana para las décadas de 1950 y 1960 prohibía los matrimonios e incluso relaciones sexuales entre blancos y negros. Los afroestadounidenses no podían asistir a las mismas escuelas, hospitales, clubes, restaurantes, hoteles, cafeterías, iglesias y otros centros sociales a las que iban los blancos.

La lucha del pastor bautista tomó fuerza cuando en 1955, Rosa Parks, una obrera negra, fue ultrajada y detenida por un policía caucásico por haberse sentado en una silla “solo para blancos” en un autobús, y haberse negado a cederla al subirse un hombre blanco.

El momento más recordado de King fue cuando pronunció el discurso “Yo tengo un sueño” (I have a dream), el 28 de agosto de 1963, ante más de 250 mil personas concentradas frente al Licoln Memorial Park en Washington.

“Este documento era la promesa de que a todos los hombres, sí, tanto a negros como a blancos, les serían garantizados los inalienables derechos a la libertad y la búsqueda de la felicidad”, expresó en aquel histórico episodio, que recogía el espíritu de su lucha: libertad, igualdad y trabajo.

Premio Nobel de la paz

La gesta del afroamericano le llevó a ser merecedor del Premio Nobel de la Paz en 1964.

En su discurso de aceptación, en Oslo, capital de Noruega lo expresa claramente: “Tengo la sensación de que este premio me ha sido concedido por algo que aún no se ha conseguido de verdad. Es un mandato para continuar trabajando más intensamente todavía por las cosas en las que creemos”.

Para esa ocasión, el galardón estuvo acompañado de 54 mil dólares, que fueron destinados al Movimiento por la Libertad.

A pesar de las constantes amenazas de muerte que recibía el dirigente, no permitió que su sueño menguara. King prosiguió luchando con la conciencia tranquila y la convicción de que había logrado su propósito: sembrar la semilla de revolución en el pueblo y abrir el camino para poner fin al racismo.

cortesía de http://noticiaaldia.com/

VAYAN A GALILEA. ALLÍ LO VERÁN


Reflexión Vigilia Pascual J.A.Pagola

El relato evangélico que se lee en la noche pascual es de una importancia excepcional. No sólo se anuncia la gran noticia de que el crucificado ha sido resucitado por Dios. Se nos indica, además, el camino que hemos de recorrer para verlo y encontrarnos con él.
Marcos habla de tres mujeres admirables que no pueden olvidar a Jesús. Son María de Magdala, María la de Santiago y Salomé. En sus corazones se ha despertado un proyecto absurdo que sólo puede nacer de su amor apasionado: «comprar aromas para ir al sepulcro a embalsamar su cadáver».

Lo sorprendente es que, al llegar al sepulcro, observan que está abierto. Cuando se acercan más, ven a un «joven vestido de blanco» que las tranquiliza de su sobresalto y les anuncia algo que jamás hubieran sospechado.

«¿Buscáis a Jesús de Nazaret, el crucificado?». Es un error buscarlo en el mundo de los muertos. «No está aquí». Jesús no es un difunto más. No es el momento de llorarlo y rendirle homenajes. «Ha resucitado». Está vivo para siempre. Nunca podrá ser encontrado en el mundo de lo muerto, lo extinguido, lo acabado.

Pero, si no está en el sepulcro, ¿dónde se le puede ver?, ¿dónde nos podemos encontrar con él? El joven les recuerda a las mujeres algo que ya les había dicho Jesús: «Él va delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis». Para «ver» al resucitado hay que volver a Galilea. ¿Por qué? ¿Para qué?

Al resucitado no se le puede «ver» sin hacer su propio recorrido. Para experimentarlo lleno de vida en medio de nosotros, hay que volver al punto de partida y hacer la experiencia de lo que ha sido esa vida que ha llevado a Jesús a la crucifixión y resurrección. Si no es así, la «Resurrección» será para nosotros una doctrina sublime, un dogma sagrado, pero no experimentaremos a Jesús vivo en nosotros.

Galilea ha sido el escenario principal de su actuación. Allí le han visto sus discípulos curar, perdonar, liberar, acoger, despertar en todos una esperanza nueva. Ahora sus seguidores hemos de hacer lo mismo. No estamos solos. El resucitado va delante de nosotros. Lo iremos viendo si caminamos tras sus pasos. Lo más decisivo para experimentar al «resucitado» no es el estudio de la teología ni la celebración litúrgica sino el seguimiento fiel a Jesús.


José Antonio Pagola



viernes, 3 de abril de 2015

¿QUE HACE DIOS EN UNA CRUZ?

Reflexión Vienes Santo. J.A.Pagola
Lo crucificaron...

La ejecución de Jesús no ha sido algo casual, fruto de un malentendido de las autoridades religiosas y políticas de Israel. Tampoco basta considerar la cruz como algo permitido por Dios por motivos enigmáticos, pero que ha quedado resuelto con el triunfo glorioso de la resurrección. La resurrección «no elimina el escándalo de la cruz, sino que lo eleva a misterio» (J. Sobrino). Porque, aún después de la resurrección, nos tenemos que preguntar: ¿por qué y para qué la cruz? ¿qué hace Dios en una cruz?
Un «Dios crucificado» constituye una auténtica revolución y nos obliga a cuestionar todas nuestras imágenes humanas de Dios. La cruz rompe todos nuestros esquemas sobre un Dios al que suponemos conocer ya de antemano. El crucificado no tiene el rostro que nosotros atribuimos a la divinidad. En la cruz no hay belleza, poder, fuerza, sabiduría, majestad.
Dios no aparece como el que tiene poder sobre la muerte, sino como alguien que se ve sumergido dentro de ella. Con la cruz, o se termina toda nuestra fe en Dios o se abre a una comprensión nueva y sorprendente de un Dios que nos ama de manera insospechada. Contra todas nuestras concepciones sobre la divinidad, en la cruz descubrimos sorprendidos que Dios es alguien que sufre con nuestros sufrimientos. Nuestra miseria le afecta. Nuestro sufrimiento le «salpica». Dios no puede amarnos sin sufrir. Como ha dicho D. Bonhoeffer, «sólo un Dios que sufre puede salvarnos».
A este «Dios crucificado» no se le puede «entender» desde categorías filosóficas. Es un escándalo y una necedad. A este «Dios crucificado» sólo se le «entiende» cuando sabemos amar a los que sufren y descubrimos por propia experiencia que el amor verdadero a los crucificados hace sufrir.
Este «Dios crucificado» no permite una fe ingenua y egoísta en cualquier Dios poderoso puesto al servicio de nuestros propios intereses. Este Dios nos pone mirando hacia el sufrimiento, el abandono y los gritos de tantas víctimas de la injusticia. A este Dios nos acercamos, cuando sabemos acercarnos al sufrimiento de cualquier abandonado. Los cristianos seguimos dando muchos rodeos para no encontrarnos con el «Dios crucificado». La Semana Santa nos ha de recordar que la originalidad del cristiano está en «permanecer con Dios en la pasión» de los que sufren (D. Bonhoeffer). Sin esto, no hay fe en el Dios verdadero sino manipulación.

José Antonio Pagola

jueves, 2 de abril de 2015

Despedida inolvidable


Reflexión Jueves Santo. J.A.Pagola

También Jesús sabe que sus horas están contadas. Sin embargo no piensa en ocultarse o huir. Lo que hace es organizar una cena especial de despedida con sus amigos y amigas más cercanos. Es un momento grave y delicado para él y para sus discípulos: lo quiere vivir en toda su hondura. Es una decisión pensada.
Consciente de la inminencia de su muerte, necesita compartir con los suyos su confianza total en el Padre incluso en esta hora. Los quiere preparar para un golpe tan duro; su ejecución no les tiene que hundir en la tristeza o la desesperación. Tienen que compartir juntos los interrogantes que se despiertan en todos ellos: ¿qué va a ser del reino de Dios sin Jesús? ¿Qué deben hacer sus seguidores? ¿Dónde van a alimentar en adelante su esperanza en la venida del reino de Dios?
Al parecer, no se trata de una cena pascual. Es cierto que algunas fuentes indican que Jesús quiso celebrar con sus discípulos la cena de Pascua o séder, en la que los judíos conmemoran la liberación de la esclavitud egipcia. Sin embargo, al describir el banquete, no se hace una sola alusión a la liturgia de la Pascua, nada se dice del cordero pascual ni de las hierbas amargas que se comen esa noche, no se recuerda ritualmente la salida de Egipto, tal como estaba prescrito.
Por otra parte es impensable que esa misma noche en la que todas las familias estaban celebrando la cena más importante del calendario judío, los sumos sacerdotes y sus ayudantes lo dejaran todo para ocuparse de la detención de Jesús y organizar una reunión nocturna con el fin de ir concretando las acusaciones más graves contra él. Parece más verosímil la información de otra fuente que sitúa la cena de Jesús antes de la fiesta de Pascua, pues nos dice que Jesús es ejecutado el 14 de nisán, la víspera de Pascua. Así pues, no parece posible establecer con seguridad el carácter pascual de la última cena. Probablemente, Jesús peregrinó hasta Jerusalén para celebrar la Pascua con sus discípulos, pero no pudo llevar a cabo su deseo, pues fue detenido y ajusticiado antes de que llegara esa noche. Sin embargo sí le dio tiempo para celebrar una cena de despedida.
En cualquier caso, no es una comida ordinaria, sino una cena solemne, la última de tantas otras que habían celebrado por las aldeas de Galilea. Bebieron vino, como se hacía en las grandes ocasiones; cenaron recostados para tener una sobremesa tranquila, no sentados, como lo hacían cada día.
Probablemente no es una cena de Pascua, pero en el ambiente se respira ya la excitación de las fiestas pascuales. Los peregrinos hacen sus últimos preparativos: adquieren pan ázimo y compran su cordero pascual. Todos buscan un lugar en los albergues o en los patios y terrazas de las casas. También el grupo de Jesús busca un lugar tranquilo. Esa noche Jesús no se retira a Betania como los días anteriores. Se queda en Jerusalén. Su despedida ha de celebrarse en la ciudad santa. Los relatos dicen que celebró la cena con los Doce, pero no hemos de excluir la presencia de otros discípulos y discípulas que han venido con él en peregrinación. Sería muy extraño que, en contra de su costumbre de compartir su mesa con toda clase de gentes, incluso pecadores, Jesús adoptara de pronto una actitud tan selectiva y restringida.
¿Podemos saber qué se vivió realmente en esa cena?
Jesús vivía las comidas y cenas que hacía en Galilea como símbolo y anticipación del banquete final en el reino de Dios. Todos conocen esas comidas animadas por la fe de Jesús en el reino definitivo del Padre.
Es uno de sus rasgos característicos mientras recorre las aldeas. También esta noche, aquella cena le hace pensar en el banquete final del reino. Dos sentimientos embargan a Jesús. Primero, la certeza de su muerte inminente; no lo puede evitar: aquella es la última copa que va a compartir con los suyos; todos lo saben: no hay que hacerse ilusiones. Al mismo tiempo, su confianza inquebrantable en el reino de Dios, al que ha dedicado su vida entera. Habla con claridad: «Os aseguro: ya no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que lo beba, nuevo, en el reino de Dios». La muerte está próxima. Jerusalén no quiere
responder a su llamada. Su actividad como profeta y portador del reino de Dios va a ser violentamente truncada, pero su ejecución no va a impedir la llegada del reino de Dios que ha estado anunciando a todos. Jesús mantiene inalterable su fe en esa intervención salvadora de Dios. Está seguro de la validez de su mensaje. Su muerte no ha de destruir la esperanza de nadie. Dios no se echará atrás. Un día Jesús se sentará a la mesa para celebrar, con una copa en sus manos, el banquete eterno de Dios con sus hijos e hijas. Beberán un vino «nuevo» y compartirán juntos la fiesta final del Padre. La cena de esta noche es un símbolo.

Movido por esta convicción, Jesús se dispone a animar la cena contagiando a sus discípulos su esperanza.
Comienza la comida siguiendo la costumbre judía: se pone en pie, toma en sus manos pan y pronuncia, en nombre de todos, una bendición a Dios, a la que todos responden diciendo «amén». Luego rompe el pan y va distribuyendo un trozo a cada uno. Todos conocen aquel gesto. Probablemente se lo han visto hacer a Jesús en más de una ocasión. Saben lo que significa aquel rito del que preside la mesa: al obsequiarles con este trozo de pan, Jesús les hace llegar la bendición de Dios. ¡Cómo les impresionaba cuando se lo daba a los pecadores, recaudadores y prostitutas! Al recibir aquel pan, todos se sentían unidos entre sí y
con Dios. Pero aquella noche, Jesús añade unas palabras que le dan un contenido nuevo e insólito a su gesto. Mientras les distribuye el pan les va diciendo estas palabras: «Esto es mi cuerpo. Yo soy este pan. Vedme en estos trozos entregándome hasta el final, para haceros llegar la bendición del reino de Dios».

¿Qué sintieron aquellos hombres y mujeres cuando escucharon por vez primera estas palabras de Jesús?
Les sorprende mucho más lo que hace al acabar la cena. Todos conocen el rito que se acostumbra. Hacia el final de la comida, el que presidía la mesa, permaneciendo sentado, cogía en su mano derecha una copa de vino, la mantenía a un palmo de altura sobre la mesa y pronunciaba sobre ella una oración de acción de gracias por la comida, a la que todos respondían «amén». A continuación bebía de su copa, lo cual servía de señal a los demás para que cada uno bebiera de la suya. Sin embargo, aquella noche Jesús cambia el rito e invita a sus discípulos y discípulas a que todos beban de una única copa: ¡la suya! Todos comparten esa «copa de salvación» bendecida por Jesús. En esa copa que se va pasando y ofreciendo a todos, Jesús ve algo «nuevo» y peculiar que quiere explicar: «Esta copa es la nueva Alianza en mi sangre. Mi muerte abrirá un futuro nuevo para vosotros y para todos». Jesús no piensa solo en sus discípulos más cercanos.
En este momento decisivo y crucial, el horizonte de su mirada se hace universal: la nueva Alianza, el reino definitivo de Dios será para muchos, «para todos» .
Con estos gestos proféticos de la entrega del pan y del vino, compartidos por todos, Jesús convierte aquella cena de despedida en una gran acción sacramental, la más importante de su vida, la que mejor resume su servicio al reino de Dios, la que quiere dejar grabada para siempre en sus seguidores. Quiere que sigan vinculados a él y que alimenten en él su esperanza. Que lo recuerden siempre entregado a su servicio. Seguirá siendo «el que sirve», el que ha ofrecido su vida y su muerte por ellos, el servidor de todos. Así está ahora en medio de ellos en aquella cena y así quiere que lo recuerden siempre. El pan y la copa de vino les evocará antes que nada la fiesta final del reino de Dios; la entrega de ese pan a cada uno y la participación en la misma copa les traerá a la memoria la entrega total de Jesús. «Por vosotros»: estas palabras resumen bien lo que ha sido su vida al servicio de los pobres, los enfermos, los pecadores, los despreciados, las oprimidas, todos los necesitados... Estas palabras expresan lo que va a ser ahora su muerte: se ha «desvivido» por ofrecer a todos, en nombre de Dios, acogida, curación, esperanza y perdón.
Ahora entrega su vida hasta la muerte ofreciendo a todos la salvación del Padre.
Así fue la despedida de Jesús, que quedó grabada para siempre en las comunidades cristianas. Sus seguidores no quedarán huérfanos; la comunión con él no quedará rota por su muerte; se mantendrá hasta que un día beban todos juntos la copa de «vino nuevo» en el reino de Dios. No sentirán el vacío de su ausencia: repitiendo aquella cena podrán alimentarse de su recuerdo y su presencia. Él estará con los suyos sosteniendo su esperanza; ellos prolongarán y reproducirán su servicio al reino de Dios hasta el reencuentro final. De manera germinal, Jesús está diseñando en su despedida las líneas maestras de su movimiento de seguidores: una comunidad alimentada por él mismo y dedicada totalmente a abrir caminos al reino de Dios, en una actitud de servicio humilde y fraterno, con la esperanza puesta en el reencuentro de la fiesta final.
¿Hace además Jesús un nuevo signo invitando a sus discípulos al servicio fraterno? El evangelio de Juan dice que, en un momento determinado de la cena, se levantó de la mesa y «se puso a lavar los pies de los discípulos». Según el relato, lo hizo para dar ejemplo a todos y hacerles saber que sus seguidores deberían vivir en actitud de servicio mutuo: «Lavándoos los pies unos a otros». La escena es probablemente una creación del evangelista, pero recoge de manera admirable el pensamiento de Jesús. El gesto es insólito.
En una sociedad donde está tan perfectamente determinado el rol de las personas y los grupos, es impensable que el comensal de una comida festiva, y menos aún el que preside la mesa, se ponga a realizar esta tarea humilde reservada a siervos y esclavos. Según el relato, Jesús deja su puesto y, como un esclavo, comienza a lavar los pies a los discípulos. Difícilmente se puede trazar una imagen más expresiva de lo que ha sido su vida, y de lo que quiere dejar grabado para siempre en sus seguidores. Lo ha repetido muchas veces: «El que quiera ser grande entre vosotros, será vuestro servidor; y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos». Jesús lo expresa ahora plásticamente en esta escena: limpiando los pies a sus discípulos está actuando como siervo y esclavo de todos; dentro de unas horas morirá crucificado, un castigo reservado sobre todo a esclavos.


José Antonio Pagola