¡Dichoso el hombre que encuentra una mujer EJEMPLAR!
¿Quién la hallará?
¡Aquel que cree en el Señor y tiene en El puesta su
confianza!
ELLA es mucho más valiosa que todas las perlas
Su esposo confía plenamente en ella.
Le produce el bien y no el mal, todos los días de su
vida
Es trabajadora, eficaz y eficiente
Alarga sus manos al desvalido y tiende la mano a los
pobres
Es servicial y siempre está dispuesta a ayudar a los
demás.
Muchas mujeres hicieron proezas pero tú las superas a todas.
Se reviste de fuerzas y de Sabiduría para cumplir su
Misión.
Los encantos son una mentira, la belleza no es más que
una ilusión
Pero la Mujer que honra al Señor es digna de alabanza.
(Prov.
31,10s)
¡Dichoso eres tú, José por haber elegido para ser tu
compañera a MARÍA DE NAZARETH! Ella es la mujer PERFECTA (EJEMPLAR), la compañera
que no falla; la servidora del
Señor; por eso ustedes son la PAREJA IDEAL. Todo ser humano Consagrado a Dios, necesita de una
compañera como MARÍA DE NAZARETH. Así
lo concibió Abraham cuando mandó a su siervo a buscarle una compañera a su hijo ISAAC. Este supo escogerla entre todas
aquellas mujeres; escogió a la que era más
servidora, desprendida y generosa: REBECA (Gen. 24, 15-25). Todo Consagrado debería
tener una compañera “IDÓNEA”; es
decir, alguien que le ayude a cumplir con la Misión que Dios le ha encargado;
para que ella sea “ayuda y no obstáculo”;
sabiendo que él no le pertenece a ella sino a Dios. Por eso el apóstol Pablo “recomendaba” el no casarse, (no
como mandato de Dios); previendo que el consagrado fuera libre de
compromisos mundanos o que no se sintiera “atado
con un corazón dividido” (I Cor. 7,
25ss). En el caso de María y José era distinto; ellos eran los dos CONSAGRADOS y Dios los UNIÓ para que se
ayudaran el uno al otro a cumplir su MISIÓN.
Ellos formaban una PAREJA IDÓNEA.
“No
es bueno que el hombre esté solo”; nos
dice el libro del Génesis. Necesitamos la PAREJA
IDEAL, como la de José y María y no como la de Adán y Eva. Ellos fueron fieles al mandato que Dios les dio,
obedecieron e hicieron su voluntad. Como sabemos Adán y Eva NO OBEDECIERON y por eso se perdieron
el RESPETO y nació en ellos la
desconfianza y el miedo a estar “desnudos”
(el pudor). (Gen. 2,25). Por eso el hombre consagrado debe tener un “discernimiento espiritual” antes de
elegir a su pareja; es más, debe permitir que Dios sea el que la elija por
él (como lo fue en el caso de Isaac). La
mujer ejemplar (idónea) es un “regalo de
Dios” y hay que aceptarlo y respetarlo como tal; cuidarla y apoyarla a ella
también para que pueda realizar la voluntad de Dios y no la nuestra. Dios no
nos da una “cachifa” sino una COMPAÑERA, una HERMANA.
Así lo sintió Tobías con su esposa Sara
cuando le dijo: “Mi amor, levántate y hagamos ORACIÓN para pedirle al Señor que tenga misericordia de nosotros y
nos proteja…¡Alabado seas Señor…Tú creaste a Adán y le distes a su esposa Eva
como compañera…Yo no tomo a ésta mi
hermana con deseo impuro sino
con recta intensión y de forma sincera; ten piedad de nosotros y que podamos
llegar juntos a nuestra ancianidad. Amén, amén. Y se acostaron juntos para
pasar la noche”. (Tobías 8, 4-8). En
éste pasaje descubrimos la pureza en
las relaciones de los consagrados. El
respeto, la sinceridad y la espiritualidad en sus relaciones íntimas es
fundamental y necesaria. Se reconocen que son “hermanos espirituales” porque ambos son hijos del Padre Dios y
también que son consagrados; es
decir, dedicados al servicio de Dios y de su Pueblo. No se pertenece el uno al
otro sino que se unen para que juntos “glorifiquen
a su DIOS”. Estas relaciones íntimas son SANTAS Y PURAS y con ellas alaban al que las creó. Las relaciones
sexuales en éste contexto no son “pecaminosas”,
sino, al contrario, son manifestación del AMOR más sublime y sobre todo cuando
de ella surge la palpitación de otra vida. ¡Dichoso
el hombre que encuentra su “pareja
Ideal”! Amén
Pbro. Pablo Urquiaga. Caricuao
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