sábado, 3 de junio de 2017

PENTECOSTÉS, EL MILAGRO CONSTANTE



Pentecostés, posiblemente el acontecimiento más significativo del calendario cristiano, parece, paradójicamente, casi pasado por alto. No hay tarjetas, ni árboles, ni huevos de colores. ¡Pero desborda más regalos que la Navidad y arde con fuego divino en lugar de luces eléctricas!

Después de la muerte de Jesús, los discípulos estuvieron avergonzados, asustados y desalentados. Después de Su Resurrección y posteriores apariciones, estaban jubilosos. Pero después de Su Ascensión se sintieron huérfanos por segunda vez. No importaba lo que creyeran—o lo que vieran—carecieron de la convicción y el coraje para actuar sobre sus creencias.

Cincuenta días después de la Pascua, los discípulos celebraron la fiesta de las Semanas que conmemora la entrega de la Ley a Moisés en el Monte Sinaí. Los discípulos conocían la Ley y las profecías. Creían firmemente que Jesús había resucitado. Sabían que esta buena noticia era para todas las naciones. Pero conocer y creer es una cosa; vivir y hacer es algo muy diferente.

Y así, se unieron en la fe—y en el miedo. Pero esta vez ocurrió algo maravilloso. Lucas nos dice en Hechos de los Apóstoles (2,1-13) que la casa donde estaban comenzó a temblar como por un viento poderoso. Lenguas de fuego cayeron sobre cada uno. Llenos de nada menos que el mismo Espíritu de Dios, salieron a las calles de Jerusalén y predicaron un mensaje muy radical y peligroso: Jesús, el Crucificado, es el Mesías y ha resucitado.

Lucas describe cómo los apóstoles empezaron a hablar en diferentes idiomas, para que personas de todo el mundo los entendieran en su propia lengua. Fue un milagro de dos partes: los apóstoles hablando y el pueblo entendiendo.

Si no hubiera sido por Pentecostés, nunca hubiéramos oído hablar de Jesús, Su enseñanza, Su muerte salvífica y Su resurrección gloriosa. El Espíritu Santo capacitó a los tímidos apóstoles a proclamar audazmente este mensaje, a pesar de los peligros. Y he aquí un mayor misterio: ¡Pentecostés continúa hoy!

Nosotros celebramos la Navidad y celebramos la Pascua; pero participamos en Pentecostés.

El Espíritu Santo nos da dones de sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, conocimiento, piedad y temor de Dios. Y el fruto del Espíritu es: “amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, fidelidad, mansedumbre y temperancia”. (Gálatas 5, 22-23)

Dios continúa derramando ese Espíritu alrededor del mundo. Seguramente el mismo Espíritu Santo que transformó al Arzobispo Oscar Romero en un héroe de los oprimidos también le dio poder a Malala Yousafzai para que pidiera la educación de chicas musulmanas; y al Dalai Lama para que reaccione a amenazas con humor, sabiduría y oraciones.

Hemos sido bendecidos con innumerables testigos del Reino de Dios como la Madre Teresa, la Hermana Dorothy Stang, Rosa Parks, el Padre Stanley Rother, Dorothy Day y Julius Nyerere. Y estos son sólo los más famosos. Nuestras comunidades cuentan con gente llena del Espíritu que nos inspiran y animan.

El punto de Pentecostés es: Dios continúa derramando su Espíritu sobre los pueblos, como hace 2,000 años. Conocemos los mandamientos. El Señor nos dijo que amemos a nuestros enemigos, que perdonemos 70 veces siete veces y que tratemos a todos como hermanos. Sabemos lo que Dios requiere de nosotros, pero carecemos la convicción y el coraje para actuar. La Buena Nueva es: Jesús no nos dejó solos. Él envió al Espíritu Santo para que nos capacitara para vivir realmente el Evangelio en nuestro tiempo. ¡El Reino de Dios está a nuestro alcance!

Por Joseph Veneroso, Misionero de Maryknoll

Cortesía de https://misionerosmaryknoll.org

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