Comentario domingo XXIV del Tiempo ordinario Ciclo A
¡No guardes rencor a tu prójimo; deja de odiar! Perdona las ofensas de los demás y lograrás el perdón de tus propios pecados; con la misma vara que midas, te medirán.
La semana pasada meditábamos sobre la “corrección fraterna” y la responsabilidad de “corregir” al hermano que peca; hoy el Evangelio nos recuerda que no solo tenemos que “corregir”, sino perdonar aquellos que nos han ofendido “sin límites”, sin medidas, sin condiciones. Las ofensas producen dolor y re-sentimientos; el perdón nos ayuda a liberarnos de ese “reconcomio” que nos deja en el corazón las ofensas de los demás. No se trata de si el otro se mere-ce el perdón o no; no se trata de “méritos” sino de compasión y Misericordia.
¿Acaso nos merecemos el perdón que le pedimos a Dios nuestro Padre? ¿Cómo pretendemos esperar que Dios nos perdone si nosotros no estamos dispuestos a perdonar al que nos ha ofendido? Para lograr la Reconciliación que nos pedía el papa Francisco la semana pasada desde Colombia, necesitamos “perdonar de corazón”; es decir, olvidando las ofensas y arrancando de nosotros todo resentimiento, odio y deseo de venganza.
Solo el amor de Dios y la Misericordia hará posible ese perdón verdadero y como fruto del mismo una sincera Reconciliación que nos lleve a la PAZ VERDADERA Y ESTABLE; que no solo es “ausencia de guerras” sino ausencia de rencores. No se trata de olvidar los hechos del pasado ni mucho menos justificarlos; se trata de sacar el resentimiento de nuestros corazones y que esos recuerdos ya no nos afecten. El AMOR DE DIOS lo puede todo pues para EL NADA ES IMPOSIBLE. No perdamos la ESPERANZA. Amén
Pbro. Pablo Urquiaga.
Imagen de Cerezo Barredo
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