jueves, 8 de febrero de 2018

LA LEPRA


Comentario domingo VI del Tiempo ordinario Ciclo B 

"El leproso andará con su ropa descosida, su cabeza descubierta, se cubrirá la boca y gritará: ¡“Estoy contaminado; soy IMPURO”! Será condenado a “vivir aislado (solo) y fuera del campamento; será excluido de la convivencia familiar y social y tendrá prohibido acercarse al Templo; es decir, excluido de Dios y de la comunidad. Un marginado y también un “condenado”. La lepra es “señal de pecado”; despreciado y desterrado.

A pesar de estar prohibido acercarse a los demás, el leproso del Evangelio de hoy se acerca a Jesús y le suplica: “si tú quieres puedes curarme”. Jesús no vacila, no se aleja ni evade la situación sino que se compadeció de él, extendió la mano, lo tocó y le dijo: “Si quiero, queda limpio”. Pero aún faltaba algo: “No lo vayas a ir pregonando, sin embargo, ve al sacerdote y da en ofrenda lo que te pide para que te declare SANO y puedas de nuevo salir de tu estado de marginación y reunirte con tu familia y entrar en el “templo”.

La “lepra” es signo del pecado; no solo “pudre la carne” sino que contamina el “espíritu”. Ella nos conduce a la “soledad, al “aislamiento” y a la “incomunicación con los demás y con Dios”. Produce en nosotros la “ausencia de Dios”. La acción milagrosa de Cristo con la que arranca al leproso de su aislamiento y lo restituye a la convivencia es un SIGNO (señal) de su acción SALVADORA, que nos libra de la “LEPRA ESPIRITUAL”; nos rescata de la soledad de nuestro egoísmo y nos devuelve la alegría de regresar a la casa del PADRE y a la convivencia de los Hijos de Dios.

El pecado (lepra espiritual) aísla y paraliza; nos retiene en las tinieblas de nuestras mazmorras espirituales y nos sucumbe en las “sombras de la muerte”; nos mantiene sin rumbo, sin saber a dónde y por dónde vamos. Cristo es la LUZ que nos saca de esas tinieblas y nos devuelve la alegría de la COMUNIÓN. Él ha venido a UNIR lo que el pecado había dividido; El nos reconcilia y nos devuelve la PAZ y el sentido de VIVIR. AMÉN
                                                                                                                                       Pbro. Pablo Urquiaga.

Imagen de Cerezo Barredo



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