domingo, 22 de marzo de 2015

¡Llegó la hora de su glorificación!


Comentario  del 4to domingo del tiempo de cuaresma, ciclo "B"

Como a Jesús, al Obispo Oscar Arnulfo Romero le llegó la HORA de su glorificación: 24 de Mano de 1980. Cumplimos 35 años de su “siembra solidaría”: “Si el grano de trigo, sembrado en la tierra, no muere, queda infecundo pero si muere produciré mucho fruto”. 

Meses antes de ser asesinado le habían advertido de las amenazas de muerte a lo cual respondió: “Desde ahora perdono aquellos que desean matarme. Me da dolor más que ira cuando me ofenden y calumnian; siento compasión por esos “cieguitos” que no ven más allá de sus personas. Que sepan que no les guardo rencor, ningún resentimiento ni me ofenden esos anónimos que suelen llegar con tanta rabia y odio reprimidas en el corazón. Es por eso que elevo a Dios mi suplica: ¡Señor, ábreles los ojos, que se conviertan, que en vez de estar viviendo esa amargura de odio; vivan la alegría de la reconciliación contigo!

Este era el pensamiento fundamental de su predicación. Ahí está el SANTO Y El PROFETA juntos. La iglesia, defensora de los derechos humanos y de Dios no puede quedarse callada ante tanta abominación "En nombre de Dios les pido, les  suplico, les ordeno: Cese la represión”. Y así, ante el altar del Señor, en la celebración de la Eucaristía, su sangre se mezcló con la de Jesús y la de miles de campesinos de su pueblo, catequistas, monjas, curas y gente común salvadoreña. Mataron al hombre pero no su legado ni su ejemplo. Y se hizo pueblo la profecía: “Si me matan, resucitaré en el pueblo Salvadoreño” y también en todo el pueblo Latinoamericano y en aquella parte de la lglesla que se ha puesto al lado de los pobres y ha saldo en su defensa.

Esa iglesia ha cargado con el destino de los pobres; ellos son hoy el “pueblo crucificado”, como Jesús, el pueblo perseguido y torturado como el “Siervo de Yahvé”. Rindamos homenaje hoy aquel que como Jesús fue capaz de renunciar a su "trono" y a su propia vida para que el pobre tenga vida digna y sea 
también glorificado y dignificado. ¡Aleluya! Amén.

Pbro. Pablo Urquiaga.

"¡Cuántos hay que mejor no dijeran que son cristianos, porque no tienen fe...! Tienen más fe en su dinero y en sus cosas que en el Dios que construyó las cosas y el dinero".  Monseñor Romero 3 de Junio de 1979.

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