El Pontífice alertó a los que están en el grupo de Jesús, pero que siguen una espiritualidad de espejismo y una fe propia.
“Como aquellos discípulos, estamos con Jesús, pero no pensamos como Jesús…y se arriesga de convertirse en ‘rutinarios de la gracia’. Podemos hablar de Él y trabajar para ÉL, pero vivir lejos de su corazón, que está inclinado hacía quien está herido”, dijo el Papa Francisco este domingo 25 de octubre en la Basílica Vaticana.
El Pontífice presidió la Misa con motivo de la clausura del Sínodo ordinario sobre la familia. Una ceremonia significativa con el fondo de la Misericordia, concelebrada junto a los Cardenales, Patriarcas, Arzobispos, Obispos, Sacerdotes miembros del Sínodo.
Una homilía centrada en Jesús sacerdote y atento al sufrimiento de quienes están marginados y sufren. Así, el Papa denunció los riesgos de “los seguidores de Jesús que estando en su grupo” siguen por su camino sin escuchar, ni ver el dolor de los demás. El Papa señaló el peligro de vivir en una fe programada y con un ritmo diverso al de Jesús.
Palabras que fueron eco del camino sinodal en el contexto de una misa multitudinaria que cierra tres semanas de trabajos sobre la familia. Tema que despertó pasiones y sensibilidades enraizadas en la identidad misma de la Iglesia con la participación de los episcopados de todo el mundo.
Los riesgos de los seguidores de Jesús
“Hay algunas tentaciones para quien sigue Jesús”. El Pontífice señaló dos siguiendo el evangelio del domingo: no escuchar y no detenerse como Jesús ante el llamado del que sufre. “Pasan por delante como si no sucediera nada”.
Luego crea una imagen con la lectura del Evangelio sobre Bartimeo el ciego que fue curado por Jesús, quien llamándolo “hijo de David”, había sido cayado por los seguidores de Cristo. “Sí, Bartolomeo era ciego, ellos son sordos”.
“Puede ser nuestro riesgo: de frente a los continuos problemas, mejor seguir adelante, sin dejarse perturbar. De esta manera, como aquellos discípulos, estamos con Jesús, pero no pensamos como Jesús.
Se está en su grupo, pero se pierde la apertura del corazón, se pierden la maravilla, la gratitud y el entusiasmo y se arriesga de convertirse ‘rutinarios de la gracia’. Podemos hablar de Él y trabajar para ÉL, pero vivir lejos de su corazón, que está inclinado hacía quien está herido”, dijo.
Riesgo de seguidores de Jesús; seguir por su camino ante el dolor de otros
En la primera tentación, el Papa mostró que el peligro de “una ‘¡espiritualidad del espejismo!’; podemos caminar a través de los desiertos de la humanidad sin ver aquello que realmente existe, sino más bien aquello que quisiéramos ver nosotros; somos capaces de construir visiones del mundo, pero no aceptamos aquello que el Señor nos mete delante de los ojos.
Una fe que no está enraizada en la vida de la gente queda árida, y en cambio de ser oasis, crea otros desiertos”, explicó.
Vivir en una fe programada y con un ritmo diverso al de Jesús
Una segunda tentación – insiste el Papa – es ‘caer en una fe de orden de marcha’. “Podemos caminar con el pueblo de Dios, pero tenemos ya nuestra orden de marcha (una programación preestablecida)”. “Sabemos donde andar y cuánto tiempo emplear; todos deben respetar nuestros ritmos y cada inconveniente nos trastorna”.
El Pontífice lamentó que esa actitud asemeja a los “muchos” del Evangelio que “pierden la paciencia y reprueban a Bartimeo”, el ciego, y así lo hacen con los niños. “Quien da fastidio o no está al altura es para excluir”. “Jesús en cambio quiere incluir, sobre todo a quien ha sido tenido en los márgenes y le grita”, añadió.
“Aquellos, como Bartimeo, tienen fe, porque reconocerse necesitados de salvación es el mejor modo para encontrar a Jesús”.
Por último, el Papa agradeció a los padres sinodales por el camino común.
“Queridos hermanos sinodales, nosotros hemos caminado juntos. Les agradezco por el camino que hemos compartido con la mirada dirigida al Señor y a los hermanos en la búsqueda de los senderos que el Evangelio indica a nuestro tiempo para anunciar el misterio del amor de la familia.
Proseguimos este camino que el Señor desea. Rogamos a Él una mirada sanadora y salvadora, que sepa difundir la luz, porque recuerda el brillo que lo ha iluminado. Sin hacernos jamás cegar por el pesimismo y por el pecado, busquemos y veamos la gloria de Dios, que resplandece en el hombre viviente”.
Jesús sacerdote que escucha, ve y se detienen ante quien sufre
La compasión de Dios, la paternidad y la revelación en su hijo, Jesús, han sido las lecturas del evangelio del domingo. El Pontífice reflexionó sobre las palabras de Jeremías sobre la salvación del pueblo. “Dios cambiará la prisión, en libertad”.
En la homilía repasó el Salmo (125,6). Y nosotros, “Padres, hemos experimentado lo que significa sembrar con cansancio, a veces en las lagrimas, y alegrarse por la gracia de un cultivo que siempre va más allá de nuestras fuerzas y capacidades”.
Así presentó la figura de Jesús sacerdote que “toma parte a nuestras debilidades”, excluso el pecado. ¿Que quieres que yo haga por ti? (Mc 10,51). “Podría parecer una petición inútil: ¿que cosa podría desear un ciego sino la vista? A pesar de ello, con este interrogativo hecho tu a tu, directo y respetuoso, Jesús ha demostrado querer escuchar nuestras necesidades”.
El Papa indicó a Jesús que cree en la fe de los hombres (en este caso de Bartimeo), “Tu fe te ha salvado” (Mc 10,52). “Jesús cree en nosotros, más de cuánto creemos en nosotros mismos”, añadió.
De hecho, “solo Jesús le da la fuerza al hombre para enfrentar las situaciones más graves”, añadió.
El Papa indicó que al final Bartimeo, el ciego que recobró la vista gracias a Jesús. “No solo recobra la vista, sino que se une a la comunidad que aquellos que caminan con Jesús”.
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