domingo, 4 de septiembre de 2016

El legado de Madre Teresa


 De la mano del Papa Francisco, hoy la institución tiene claro que en su seno debe haber personas como Madre Teresa, al lado de las víctimas, y otras, como el ya beato monseñor Romero, adalides de la denuncia profética de los victimarios.

(José Manuel Vidal, enviado especial a Roma).- Es más que una santa al uso. Conocida y querida en todo el mundo, y también criticada por algunos, la figura de esta monja enjuta y su sari se han convertido en un icono. Para el común de los mortales, la simple silueta de Madre Teresa es la encarnación de la caridad y de la compasión.
Convertida ya en vida en una de las grandes estrellas mediáticas del siglo XX, su muerte el 5 de septiembre de 1997 la elevó a la categoría de símbolo global de la misericordia. ¿Cuál es el legado de la santa de los pobres? ¿Por qué ni siquiera ella, que enjugó las lágrimas de los moribundos abandonados, gozó de cariño y reconocimiento unánimes?
¿Ángel del cielo o del infierno? ¿Santa en vida al servicio de los más pobres o monja reaccionaria, amiga de princesas y dictadores? El periodista y escritor británicoChristopher Hitchens, muerto en 2011, a los 62 años, se ganó a pulso la fama de ser el gran, el mayor y el casi único detractor con nombre y apellidos de la Madre Teresa de Calcuta. Pero sus acusaciones contra la pronto santa de Calcuta hicieron fortuna y siguen siendo un lugar común en todo análisis sobre ella.
Ateo militante y columnista asiduo de revistas como Vanity Fair o The Nation, Hitchens destacaba por sus críticas aceradas a los grandes personajes de la época, como Jomeini, Kissiinger o Kennedy.
Su salto a la fama llegó en 1994, cuando el Channel 4 británico difundió un documental, filmado y escrito por él, titulado Hell's Angel (Angel del Infierno), en el que lanzaba un ataque frontal contra la obra y la vida de Madre Teresa y que todavía circula por Internet.
Los reproches

En él, la acusa de oponerse a cualquier tipo de contracepción en un país como La India, que lucha por controlar una población que sobrepasa los mil millones de habitantes. Le reprocha también que las Misioneras de la Caridad, la orden fundada por la Madre Teresa en 1950, se base únicamente en la fe y en medios rudimentarios para ayudar a los más pobres. "Predican sólo la resignación y ni siquiera ofrecen una transfusión sanguínea, un antibiótico o un analgésico a sus enfermos", denuncia el periodista en su documental.
Además de opacidad financiera, el periodista británico acusaba a la Madre Teresa de haber aceptado donaciones de fuentes dudosas, como el ex dictador haitiano Bebé Doc Duvalier, de mafiosos estadounidenses, como Charles Keating, asi como del controvertido magnate mediático Robert Maxwell.
La dificultad que muestra Hitchens y otros muchos tras su estela para entender la figura de la Madre Teresa estriba en que ésta encarna a la perfección una de las almas (pero sólo una) de la caridad. La de la caridad pura y dura. Sin denuncia profética. Sin señalar las causas ni los causantes. Es la caridad del Buen Samaritano, que recoge al que está tirado en el camino y lo atiende, sin preguntar quién lo dejó malherido. Es la caridad en concreto. Es la compasión en acto.
Dicho de otra forma, en la célebre disputa retórica entre dar el pez o la caña al pobre, Madre Teresa optó siempre por el pez. Por la atención directa a los pobres que eran considerados "no personas". La inmensa lista de los invisibles, que se disputaban los despojos con cuervos y ratas. Una multitud de miserables, solos y abandonados, incluso en la hora de su muerte. Madre Teresa y sus hermanas los cuidaban e impedían que muriesen como perros. "He pasado toda mi vida en un infierno, pero muero en los brazos de un ángel del cielo", le dijo uno de esos moribundos a la monja de Calcuta antes de expirar.
Para ayudar a los desheredados, pedía a los ricos. Y nunca lo ocultó. Madre Teresa seguía el viejo principio eclesiástico de "coger el dinero de los ricos sin preguntar su procedencia, para dárselo a los pobres". Al estilo Robin Hood, pero sin violencia. Como hicieron otros muchos apóstoles de la caridad de ayer y de hoy, como Vicente Ferrer o el Padre Ángel. Con la diferencia de que los dos últimos aceptan el dinero de los ricos, pero les ponen la cara roja a ellos, a los políticos y al sistema que permite que unos tengan tanto y otros tan poco.
Las críticas a su modo de vivir y practicar la caridad nunca la afectaron, pero sí susdudas espirituales. Dios y el diablo se disputaron el alma de la Madre Teresa como si de un tesoro se tratase. Satanás la tentó de todas las formas imaginables; incluso llegó a poseerla. Pero, tras un exorcismo, el Príncipe de las Tinieblas tuvo que abandonar su presa, no sin antes hacer pasar a la beata de Calcuta por la temible "noche oscura del alma": dudar de la existencia de Dios.
Con el paso del tiempo, la santa de Calcuta se ganó el corazón del mundo y de su propia Iglesia. Incluso los teólogos de la liberación reconocen hoy que es una testigo creíble del Evangelio. De hecho, siguiendo la estela de Madre Teresa, la Iglesia ha reconciliado en su seno las dos almas de la caridad: la misericordia y la denuncia.
De la mano del Papa Francisco, hoy la institución tiene claro que en su seno debe haber personas (y las hay y muchas) como Madre Teresa, al lado de las víctimas, y otras, como el ya beato monseñor Romero, adalides de la denuncia profética de los victimarios. Las dos caras de la caridad. Las dos alas de la revolución de la misericordia de Bergoglio.
Cortesía de http://www.periodistadigital.com/



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