Comentario domingo XXVI del tiempo ordinario ciclo "c".
Sí, se acabará la injusticia, la opulencia y la corrupción de los poderosos y explotadores. El Señor extenderá su brazo y los bajará de sus tronos, se acabarán sus escandalosos banquetes y “bochinches” porque fueron “insensibles” a las desgracias de sus hermanos. Dios trastornará los planes de los inicuos y pasarán hambre los que ahora se “hartan”; miseria y desolación. La sentencia será definitiva, el Señor hará JUSTICIA al pobre y desamparado que clama; El no olvidará esas acciones.
La parábola del evangelio de hoy, más que una condena, es una ADVERTENCIA para aquellos que siguen “indiferentes” ante las miserias de los pobres; es un alerta para que reaccionen y escuchen la voz de los Profetas de ayer y de hoy, los cuales abogan por los “Lázaros” de hoy y les advierten el futuro espantoso que les aguarda sino cambian de actitud y siguen insensibles ante la miseria que les rodea. “Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta para que tenga acceso a la vida Eterna”; es decir, que dejen de explotar y se pongan a servir con sus riquezas al más necesitado que les rodea y así se libren de la condena eterna. Después ya no habrá oportunidad.
La Pobreza Evangélica no es “miseria” ni carencia de bienes materiales; es desprendimiento, desapego, humildad, sencillez; una actitud del Alma que busca los bienes eternos y no los superfluos. Los “pobres en el Espíritu” serán BIENAVENTURADOS. La miseria material, la ignorancia, la incultura son “antivalores” que debemos combatir con la CARIDAD, que no es limosna sino JUSTICIA Y PROMOCIÓN SOCIAL. En el Reino los pobres como Lázaro serán saciados. Amén
Pbro. Pablo Urquiaga.
Imagen de Cerezo Barredo
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