Comentario domingo XXX del tiempo ordinario ciclo "c".
El Evangelio de hoy nos presenta dos tipos de oración: La del soberbio y la del HUMILDE. La oración del soberbio es altanera, se cree justo ante Dios porque ayuna y “paga los diezmos”; él piensa que por sus “méritos y acciones” es justificado ante Dios; es decir, cree que con su “plata” puede comprar la Gracia de Dios. Su mentalidad “capitalista” lo engaña pues está acostumbrado a conseguir todo con dinero. Además piensa que por el “cumplimiento del deber” (cumple y miento), es superior a los demás y desprecia a los que no hacen lo que él hace. Se cree JUSTO.
Sin embargo la oración del HUMILDE es radicalmente opuesta, se reconoce pecador y sin méritos propios y apela a la misericordia de Dios para que tenga compasión de él. Ni siquiera se atreve a levantar sus ojos porque se siente avergonzado y arrepentido por su condición pecadora. Se considera indigno. Es por eso que Jesús nos dice que esta oración del Humilde obtiene la justificación y la del soberbio es rechazada por Dios.
A Dios no lo compra nadie, no acepta “ofrendas” en favor de la injusticia, la mentira y el soborno; no hace diferencias entre las personas y si hay que hacer alguna, lo hace siempre en favor de los más débiles y necesitados. Dios ha hecho su “opción preferencial por el pobre y el HUMILDE”. Solo un corazón humilde obtiene el favor del cielo; solo por caminos de humildad y fidelidad interior se puede llegar a Dios y alcanzar su perdón; en cambio por los caminos de la soberbia, altanería y autosuficiencia no se llega a nada delante de Dios. Dios justifica al que no se justifica sino que sencillamente reconoce su realidad. Necesitamos ser sinceros y honestos ante Dios pues todo lo que somos y tenemos de ÉL lo hemos recibido. La Gloria sea para ÉL ahora y siempre. Amén
Pbro. Pablo Urquiaga.
Imagen de Cerezo Barredo
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