El agradecimiento es una de las virtudes más hermosas y significativas de la presencia de Dios en nosotros; es una señal que el Espíritu Santo actúa en nuestros corazones. Esta virtud engrandece el alma y nos abre el camino a la Salvación.
En el Evangelio de hoy, Jesús caminaba hacia Samaria y le salieron a su encuentro 10 leprosos, 9 judíos y 1 samaritano que le suplicaban tuviera compasión de ellos. Jesús le dio una orden y ellos obedecieron y antes de llegar ante el sacerdote se dieron cuenta que estaban limpios pero solo uno de ellos (el Samaritano) regresó a darle las gracias alabando a Dios y postrándose ante El.
Lo mismo pasó con Naamán el Sirio, que después que obedeció el mandato del profeta Eliseo de bañarse en el Jordán 7 veces, quedó limpio y por agradecimiento regresó a ofrecerle regalos al profeta y aunque éste se negó a recibirlos, le pidió permiso para tomar algunas bolsas de aquella tierra para levantarle un altar al Dios que lo había sanado.
Pero hay un dato en el Evangelio que no podemos pasar por alto; todos los leprosos quedaron “sanados” pero el Samaritano agradecido fue el único que quedó “SALVADO” por la FE que había mostrado. El agradecimiento es también señal de que nuestra FE es auténtica y verás; esa FE no solamente nos sana sino que también nos SALVA porque nos sana el ALMA y nos libera de la “lepra espiritual” (el pecado) que es peor que la física. Pidamos al Señor el don del agradecimiento pues la “ingratitud” es una “lepra” que muestra nuestra miseria espiritual pues hasta los animales son agradecidos. Amen
Pbro. Pablo Urquiaga.
Imagen de Cerezo Barredo
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