jueves, 13 de octubre de 2016

Víctor Manuel Fernández: "Bergoglio siempre rechazó las dialécticas que enfrentan, y su ideal es el poliedro"


"¡Cómo se nota que no conocen ni leen al Papa los que lo acusan de populista!"


"No es sano huir de los conflictos, o ignorarlos. Hace falta aceptarlos y sufrirlos"


José Manuel Vidal, 13 de octubre de 2016 a las 21:43

(José M. Vidal).- El arzobispo Víctor Manuel Fernández, intervino en un simposio, celebrado en la sede de la UCA. El prelado explicó las claves de la "cultura del encuentro" en el pensamiento del Papa Francisco y aseguró, por ejemplo, que "Bergoglio siempre rechazó las dialécticas que enfrentan, y su ideal es el poliedro"
En el simposico, celebrado el pasado miéroles, con el títuo de "Hacia una cultura del encuentro en Argentina", el rector de la UCA comenzó analizando la propuesta que sobre el tema hace el Papa en la encíclica 'Evangelii gaudium'.
A su juicio, la figura del poliedro, tan querida para el Papa, significa "una sociedad donde las diferencias puedan convivir complementándose, enriqueciéndose e iluminándose unas a otras", porque "de todos se puede aprender algo, nadie es inservible, nadie es prescindible".
Y puso el ejemplo del beduino que encontró en el desierto de Judea. A sus ojos, "monótono y sólo arena". Pero el beduino le enseñó a distinguir los colores de la arena, admirar las sombras que se van formando o escuchar el canto de pájaros que no se ven. "Con él aprendí a ver cosas que nunca había visto. Necesito al bedunio, para entender parte de aquella realidad".
Lo mismo necesitamos al que está en las periferias. Eso sí, siempre que hagamos silencio para escuchar o al bedunio o al que vive en las periferias. Sólo así se comienza a"construir la cultura del encuentro".
Una cultura que consiste en "recoger la experiencia y la perspectiva del otro, sin perder la propia identidad". Porque "también mi identidad es parte del poliedro, es mi aporte, es mi don para los otros. Si no hay identidades claras no hay conflicto, pero tampoco hay vida, todo es cáscara vacía y marketinera".
De ahí la necesidad de buscar siempre la síntesis. Incluso en los conflictos.
"No es sano huir de los conflictos, o ignorarlos. Hace falta aceptarlos y sufrirlos hasta el fondo, no esconderlos. Pero siempre con el ideal de resolverlos, de lograr armonizar las diferencias. De dos cosas diferentes se puede hacer nacer una síntesis que nos supere y nos mejore a los dos, aunque los dos tengamos que renunciar a algo. Siempre hay que apuntar a algo nuevo donde se superen las tensiones violentas y los intereses cerrados".
Y monseñor Fernández puso tres ejemplos actuales. "En Colombia, la mitad que votó por el sí, aunque le duela el alma, necesariamente tendrá que descubrir y asumir la parte de verdad que expresaron los que votaron por el no y los que no fueron a votar. En Europa, los que estaban en contra del brexit de Gran Bretaña, algo tendrán que repensar y aprender de las preocupaciones de los otros. Y algo semejante tendrá que ocurrir en Argentina".
Desde esta perspectiva de la "diversidad reconciliada" hay que leer también, a juicio del rector de la UCA, "los gestos de acercamiento del Papa hacia otras religiones e iglesias" o, incluso, su actitud ante los jerarcas críticos. "El Papa permite que dentro de la Iglesia algunos lo critiquen duramente, sin condenarlos. El otro, el diferente, tiene su lugar".
Cultura del encuentro y paz social
Para monseñor Fernández, la "cultura del encuentro" va más allá que la paz social. Porque "cultura significa algo que "ha entrado en las entrañas del pueblo", una especie de "pasión compartida, de ganas, de entusiasmos y finalmente de un estilo de vida". Es un pueblo apasionado en encontrarse, "en buscar puntos de contacto, en tender puentes". Y, además, en la cultura del encuentro, es el pueblo el que es "sujeto", no sólo una élite, sino todo un pueblo que integra, lo cual "es mucho más difícil y lento, pero es la garantía de una paz real y sólida".
Y Fernández cita una frase del Papa al respecto: 'Aun las personas que pueden ser cuestionadas por sus errores, tienen algo que aportar que no debe perderse' (EG 236). Es decir, "pretender aniquilar a algunos es como esconder una bomba".
Por otra parte, la paz social tampoco se logra, a su juicio, "silenciando las reivindicaciones sociales o evitando que tengan voz pública". Porque, como dice el Papa, no se trata de 'un consenso de escritorio o una efímera paz para una minoría feliz' (EG 218).
Se trata, pues, de "generar procesos, que construyan un pueblo enriquecido por las diferencias" e integrar "a los descartables, los olvidados, los invisibles, esos que no vemos porque no están en los lugares donde nosotros nos movemos y entonces no tocamos su carne herida". Porque,"aunque nos arreglemos para no verlos ni tocarlos, ellos también tienen derecho a vivir con dignidad y a ser integrados".
Y eso no quiere decir, según monseñor Fernández, que el Papa sea un populista o un buenista. "Cómo se nota que no lo conocen y no lo leen. Nada más lejos de su pensamiento. Para este Papa es indigno que alguien no desarrolle sus capacidades, que viva 'de arriba', cuando tiene posibilidades de desarrollar los dones que ha recibido".
Es decir, cuando el Papa habla de la integración de los pobres, "está pidiendo que todos tengan posibilidades reales de tomar la vida en sus manos, de ganarse el pan y de acceder a una vida mejor gracias al esfuerzo y al desarrollo personal. Dicho de otro modo, que todos puedan desarrollar lo mejor de sí. ¿Cómo vamos a construir un precioso poliedro si no hacemos florecer nuestras capacidades?"
Superar la cultura del descarte
El prelado argentino continuó analizando en su discurso el reciente mensaje del Papa a Argentina, en el que vuelve e insistir en superar la cultura del descarte. Es decir no excluir a nadie, por muy pobre que sea. Al contrario, que "cualquiera pueda opinar distinto, ofrecer un matiz, mostrar otro aspecto de la realidad sin que le caiga encima una catarata de insultos y sospechas".
Y el rector de la UCA aporta ejemplos concretos de exclusión pura y dura en la Argentina de hoy.
"Durante largo tiempo las empleadas domésticas, para poder sostener a sus hijos, han tolerado silenciosamente burlas, discriminaciones, maltratos, y hasta abusos sexuales de parte de sus empleadores. Y también he sido testigo muchas veces en el interior de la situación de semi esclavitud a la que son sometidos algunos peones rurales. Conozco a muchas mujeres que han trabajado como animales toda la vida en el campo, en negro, por la comida y poco más. Pero a cierta edad las despidieron muy amablemente, y fueron a parar a la ciudad sin un peso, a armarse una casucha de lata a la orilla del río. Agreguemos los talleres clandestinos, y otras formas modernas de negación de la dignidad humana. Se llegó a decir en nuestro país que a los pobres hay que subirlos a camiones y en el camino enseñarles a votar, así como se afirma que la asignación por hijo sólo sirve para que las pobres se embaracen. En estos casos no vemos esfuerzos por una cultura del encuentro".
En la tercera parte de su exposición, monseñor Fernández, apuesta por un "pacto cultural", que conduzca a la cultura del encuentro. Se trata de "una decisión y un acuerdo de respeto, tolerancia y diálogo entre los diferentes que siente las bases para un pacto político". O dicho de otro modo, "significa que se ha aprendido a reconocer al otro como otro: con su propia cultura, es decir con su propio modo de ver la vida, de salir adelante, de opinar, de sentir y de soñar".
Sólo así se puede evitar caer "en una guerra de guante blanco" entre argentinos, que es aquella en la que "se busca de maneras sutiles que el otro pierda todo significado, que se vuelva irrelevante, que no se le reconozca algún valor en la sociedad, que se escuchen sólo 'los que son como uno'".
Otras veces, los "disensos" son agigantados por la política. Y cita a Borges, cuando decía, "por la política de mierda hemos peleado tanto'. Y eso que, para monseñor Fernández, "la política es indispensable y el problema es cuando cierra los canales del encuentro".
Por último, en la cultura del encuentro nadie vale más que otro. En la auténtica cultura del encuentro, "el diferente también tiene derechos, pero no los tiene por el valor económico de lo que pueda hacer".
Los derechos son para todos. "También tiene esos derechos un ser humano cuando está menos dotado sea por la naturaleza, sea por la historia que le tocó vivir o por el lugar donde le tocó nacer, sea porque sufrió desnutrición desde pequeño, porque creció en un hogar violento o porque nació discapacitado. Nada de eso le quita su inmensa, su infinita dignidad como persona humana".
Y añade: "Los derechos de una persona no se originan en lo que ha heredado de su familia, en la portación de un apellido, ni siquiera en sus capacidades, y ni siquiera en la formación que ha recibido. Su valor está en la inquebrantable dignidad que posee como ser humano".
Y no se trata de una simple "igualdad de oportunidades", porque "el que por la naturaleza o por la historia que le tocó vivir, está menos dotado o es muy débil, nunca tendrá igualdad de oportunidades. Necesita y debe ser especialmente ayudado en el recorrido de su vida para que pueda dar lo mejor de sí, aun aceptando que rinda menos, aun aceptando pacíficamente que no tenga la misma eficiencia. Porque de lo que se trata es que él desarrolle todo su potencial humano más allá del valor económico de lo que pueda producir. Tiene ese derecho, y es una cuestión de justicia más que de misericordia".
De ahí la invitación de monseñor Fernández a "construir el poliedro" del que habla el Papa, conscientes de que "la lógica que se va desarrollando sutilmente en el mundo actual es otra, reconozcamos que es otra. Depende de nosotros no dejarnos engañar por esa lógica mezquina".
Toda una lección magistral de uno de los hombres de confianza del Papa. ¡Cómo sabe y huele a Francisco! ¡Cómo suena a Bergoglio! ¡Cómo evoca al Papa argentino de la primavera eclesial!
Cortesía de http://www.periodistadigital.com/

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